"Su aparición en escena como prueba pericial no se produce hasta el descubrimiento de la fotografía"
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El análisis y estudio de las pruebas periciales es un punto
importante en todo proceso judicial que trate de reconstruir hechos e
identificar autores. El desarrollo de la ciencia ha permitido grandes avances
en este trabajo y las series de televisión se hacen eco de ello.
La Muerte y
Resurrección de Cristo ocurrida hace dos milenios también ha dejado pruebas
periciales que estaban ocultas y la ciencia se ha encargado de desvelarlas. La más importante es la Sábana Santa de Turín descrita en Wikipedia
como “una tela de lino que muestra la imagen de un hombre que presenta
marcas y traumas físicos propios de una crucifixión”. Su aparición en escena como prueba
pericial no se produce hasta el descubrimiento de la fotografía. Las manchas de
la Sábana Santa se convirtieron en la imagen de una persona en los negativos de
las primeras fotos que se hicieron a la Síndone. En España tenemos más
pruebas y reliquias de la muerte de Cristo como el Lignum Crucis de Santo
Toribio de Liébana, el Santo Sudario de la Catedral de Oviedo, el Santo Cáliz
de la Catedral de Valencia, pero a diferencia de todas podemos afirmar que la Sábana Santa es también una prueba
pericial de la Resurrección de Cristo.
Los estudios de la
Sábana Santa como prueba pericial realizados desde la segunda mitad del siglo
XX han pasado por numerosas vicisitudes y dificultades. La afirmación de que Dios nunca
obliga a creer a nadie y siempre deja una puerta abierta para que el que no
quiera creer no crea, es el telón de fondo con el que hay que abordar estos
temas, pero en el caso de la Sábana Santa esta puerta abierta se ha ido
reduciendo a medida que con el tiempo se ha ido avanzando en los estudios
científicos y se han ido incorporando científicos con rigor. Ahora mismo
esa puerta puede ser una pequeña trampilla pero no le quepa duda al lector
agnóstico de que si profundiza en el conocimiento de la Sábana Santa en algún
momento se encontrará ante esta disyuntiva “creer o escapar por la puerta de
atrás” y tendrá que decidir qué hacer.
España se viste de Semana Santa estos días y cada cofradía,
cada paso, cada imagen llevará tras sí una larga tradición que refleja la
devoción y gratitud de todo un pueblo a su Redentor, pero no cabe duda de que con el Cristo Sindónico de la Hermandad
Universitaria de Córdoba realizado por el escultor Juan Manuel Miñarro se ha
subido un peldaño. Como se explica en el Power Point que se puede encontrar en Internet, “este Cristo es el
resultado del trabajo del grupo de científicos pluridisciplinar de
investigación de la Síndone. Es el único Cristo sindónico del mundo y refleja
hasta el mínimo detalle los politraumatismos del cadáver reflejado en la Sábana
Santa de Turín.
Se explica también que
“La imagen representa un cuerpo de 1,80 metros de alto, según
los estudios de la Síndone de las universidades de Bolonia y Pavía. Los brazos
y la cruz forman un ángulo de 65º. En él se reproduce con total exactitud las
heridas del HOMBRE de la Sábana Santa”[.
En la cabeza, la corona de espinas, a modo de casco que cubre todo
el cráneo, está hecha con “ziziphus jujuba”, una especie de espinas que no se
doblan, y son con las que se cree que se hizo la de Cristo.
La piel presenta el aspecto exacto de una persona muerta hace una
hora. El vientre, con la crucifixión, se hincha. El brazo derecho dislocado al
apoyarse el crucificado en él, durante el proceso de asfixia, en busca de aire.
El pulgar de las manos está hacia dentro de la palma. Como reacción de un
nervio cuando un objeto atraviesa la muñeca.
Hay dos tipos de sangre en la talla, la previa a la muerte y la que
sale postmorten. También se ha reflejado el plasma de la herida del costado. Lo
han supervisado hematólogos. La piel de las rodillas está desollada por las
caídas y la tortura. Hay granos de tierra incrustados en la carne, traída desde
Jerusalén.
Las heridas reflejan la huella que dejan los látigos romanos de
castigo, con bolas de metal astilladas en la punta para rasgar la carne. No hay
zonas vitales con latigazos, ya que los verdugos guardaban estas áreas para que
el reo no muriera en la tortura.
El lado derecho del rostro está hinchado y amoratado tras la rotura
del pómulo. La corona de espinas es de la misma especie vegetal palestina que
los botánicos señalan. La lengua y los dedos del pie presentan un tono azulado,
propios del fallo cardíaco.
Ninguna imagen o escultura anterior soporta un riguroso
examen forense. Obras de arte como el Cristo de Velázquez reflejan sobre todo
la piedad del pueblo y la universalidad y genialidad del pintor pero no el
rigor de los hechos porque la ciencia todavía no permitía reconstruirlos. Una
de las características de la Sábana Santa es que no hay contradicción ni con un examen forense ni con la descripción de
los Evangelios. Pero la Sábana Santa es
también una prueba de la resurrección de Cristo porque se desconoce la
naturaleza de las manchas que reflejan el Cuerpo de Cristo producidas por la
radiación que se produjo en el momento de la Resurrección. Es una prueba de la Pasión y Resurrección de
Cristo y por tanto de su doctrina, doctrina que supone una bofetada para el
laicismo dominante, políticamente correcto, y su forma de vida. Es locura para
unos y necedad para otros.
La Sábana Santa plantea
a la ciencia el mismo enigma que los ojos de la Virgen del lienzo de Guadalupe. Los estudios del ingeniero José Aste Tönsmann
del Centro de Estudios Guadalupanos de México han constatado que, aunque sus
dimensiones son microscópicas, el iris y las pupilas de los ojos de la imagen
tienen impresa al menos la imagen sumamente detallada de trece personajes. Las
mismas personas están presentes tanto en el ojo izquierdo como en el derecho,
con diferentes proporciones, al igual que sucede en los ojos de un ser humano
que refleja los objetos que tiene en frente.