domingo, 30 de octubre de 2016

CRISIS, WHAT CRISIS?


CRISIS, WHAT CRISIS?

En otras ocasiones hemos comentado el devenir del Feminismo desde la Equidad hacia el Género. Hemos apuntado que si bien el Feminismo en sus orígenes erauna batalla por la justicia y la dignidad de la mujer”, en esta lucha, “la mujer, sin apenas percibirlo, comenzó a renunciar a su propia feminidad, sin ser consciente del menoscabo que esto implicaría a largo plazo para su libertad y su pleno desarrollo personal”.

Hemos visto como el Aborto y la Ideología de Género se entronizaban en el Feminismo en un supuesto Nuevo Orden Mundial que ya no se expone sino que se necesita imponer por sus connotaciones contra-natura; mientras que surge también un NEOFEMINISMO liberador para la mujer y también para el hombre, y capaz de volver las aguas a su cauce.

En esta ocasión, en la otra cara de la moneda, vemos cómo el varón no es inmune a toda esta simbiosis de una sociedad feminizada, sino que padece en mayor medida los efectos del Feminismo de Género hasta el punto de encontrarse en una verdadera crisis.

Recurrimos de nuevo a María Calvo Charro, que en el Capítulo Crisis del varón, crisis  de paternidad  su libro Alteridad Sexual. Razones Frente a la Ideología de Género lo expone con maestría.

Crisis del varón, crisis  de paternidad

Hoy en día, para muchas personas, especialmente para las feministas radicales, hablar de una crisis del varón resulta injusto, absurdo, machista, trasnochado, propio de otros tiempos en los que se consideraba al hombre y a la mujer diferentes.

Para aquellos que piensan que el hombre y la mujer nacen idénticos, que no existen diferencias naturales, que la feminidad y la masculinidad son construcciones sociales que debemos eliminar a toda costa en busca de una verdadera y absoluta igualdad, aquellos que entienden que ambos sexos son fungibles e intercambiables desde el nacimiento, defender al hombre y su masculinidad carece de sentido. Pues, si no hay un hombre y una mujer «naturales », tampoco hay un padre y una madre, el matrimonio heterosexual no tiene por qué ser el único válido y el concepto de familia se derrumba a favor de la supuesta validez y eficacia educativa de las parejas del mismo sexo, donde cualquiera, hombre o mujer, puede jugar respectivamente el papel de padre o de madre. Al negar la complementariedad entre los sexos, se acepta, en consecuencia, que los hijos puedan ser criados y educados por personas de cualquier tendencia u orientación sexual.

La aceptación de una identidad absoluta entre los sexos nos llevaría a negar la existencia de una crisis del varón y del padre, en la medida en que este como tal simplemente no existiría. La negación de la masculinidad implica la negación de la existencia del hombre, del varón.

Hablar del padre, del varón y de unas características propias de la educación paterna (diferentes de las propias de la educación materna), implica presuponer la existencia de unas diferencias inherentes, naturales, entre hombre y mujer; significa reconocer la alteridad sexual como fundamento antropológico esencial y el dimorfismo sexual como parte de la naturaleza humana.
 

viernes, 28 de octubre de 2016

NEOFEMINISMO





NEOFEMINISMO



Como ya hemos apuntado en otras ocasiones, si bien el Feminismo en sus orígenes era “una batalla por la justicia y la dignidad de la mujer”, en esta lucha, “la mujer, sin apenas percibirlo, comenzó a renunciar a su propia feminidad, sin ser consciente del menoscabo que esto implicaría a largo plazo para su libertad y su pleno desarrollo personal”.


 
En el devenir del Feminismo de Equidad hacia el Feminismo de Género y en estos momentos en los que se habla de un supuesto Nuevo Orden Mundial de Ideología de Género y de Aborto, que contradice la naturaleza humana, y la dignidad y la verdad de la persona, se oyen también voces de un nuevo Neofeminismo más acorde con la esencia de la mujer y que promueve su liberación. Un NUEVO FEMINISMO que acepta la igualdad de hombres y mujeres en cuanto a derechos y deberes democráticos, pero que mantiene y defiende tajantemente las diferencias innatas innegables existentes entre ambos sexos, que lejos de separarnos y perjudicarnos nos complementan y nos enriquecen”

 

Siguiendo el hilo del Feminismo, enhebramos este capítulo de Maria Calvo Charro en su libro Alteridad Sexual. Razones frente a la Ideología de Género (2014)

 

LIBERACIÓN DE LA MUJER Y RECUPERACIÓN DE SU ESENCIA

 

Disponer de la capacidad, habilidad, inteligencia y oportunidad para dedicarse a un trabajo igual que cualquier hombre no implica que la mujer quiera hacerlo o que le produzca la misma satisfacción personal que a sus homólogos masculinos. Hoy en día muchas mujeres independientes quieren ser ellas mismas y están dispuestas a luchar contra los roles sociales que les imponen un trabajo según los cánones masculinos, que implican renunciar a la maternidad y despreocuparse de la familia.

Las neofeministas hoy ya no se apuntan a vestir de corbata, olvidar a los hombres exaltando el amor lésbico o triunfar en los negocios postergando su rol de madre. En los países desarrollados, con la mujer incorporada al mercado laboral, a la vida política, a la sociedad en general, surge un nuevo feminismo moderno y actual que acepta la igualdad de hombres y mujeres en cuanto a derechos y deberes democráticos, pero que mantiene y defiende tajantemente las diferencias innatas innegables existentes entre ambos sexos, que lejos de separarnos y perjudicarnos nos complementan y nos enriquecen. Este modelo de feminismo aboga por la corresponsabilidad o interdependencia entre hombres y mujeres, tanto en lo privado (labores del hogar, crianza de hijos...) como en lo público (política, economía, medios de comunicación...).

Algunas mujeres, actualmente, reivindican su feminidad y están radicalmente en contra del llamado feminismo de género por considerarlo elitista, egoísta, ginocéntrico, misoándrico y por ahondar la división de los sexos. La verdadera actitud radical de las mujeres no consiste en imitar a los hombres, sino en ser ellas mismas, aportando sus valores y cualidades (Haaland, 2002). Estas son de hecho muy valoradas por algunos empresarios.

La mujer no tiene por qué querer lo mismo que quiere el hombre. Existe una nueva generación de mujeres que evitan los altos cargos o las jornadas laborales eternas, no porque no puedan hacerlo estupendamente, sino porque no les proporciona la satisfacción personal que ansían. Nadie ni nada les impide alcanzar los puestos más remunerados y complicados, simplemente prefieren trabajos más sencillos para poder dedicar mayor tiempo a su realización personal a través del cuidado de los hijos y de una adecuada valoración de la maternidad. Muchas mujeres, apoyadas por sus maridos, evalúan sus prioridades y deciden a favor de la familia, no como una forma de sacrificio o autoinmolación, sino por puro placer personal, como una vía de autorrealización que las llena de felicidad. Durante muchos años los «ideales sociales» han nublado las actitudes femeninas hacia la intersección del cuidado de los hijos y el trabajo, una cuestión tan personal y, con frecuencia, tan regida por la biología (Pinker, 2009).

Recientemente la economista S. A. Hewlett realizó una investigación sobre un fenómeno muy extendido hoy en día en Estados Unidos: la fuga de cerebros femeninos de puestos de trabajo altamente remunerados y de prestigio que exigían estar fuera de casa prácticamente todo el día. Y descubrió que el doble de mujeres que de hombres manifiestan e interiorizan el impacto negativo que ese tipo de trabajos tiene sobre la familia (conducta de los hijos, rendimiento escolar, hábitos de alimentación, trastornos psíquicos ...) sintiendo lo que llama «Un verdadero retrato de culpabilidad» casi insuperable, a diferencia de los hombres con esos mismos puestos de trabajo que apenas lo perciben. Digamos que el trabajo entra en conflicto con sus emociones más básicas. Hay abundantes estadísticas que demuestran que muchas más mujeres que hombres rechazan ascensos pensando en la familia, incluso cuando hablamos de mujeres en los niveles más elevados (Preston, 2004).

La posibilidad de seguir los propios deseos en lugar de hacer lo que otros creen que se debería hacer (por ser lo políticamente correcto) es una de las características de las sociedades libres más avanzadas. Que las mujeres sigan su tendencia biológica y sus preferencias innatas, en lugar de los mandatos imperantes por la sociedad del momento, redundará en la felicidad personal de la mujer y, en consecuencia, supondrá un beneficio para la sociedad entera.

No reconocer las diferencias entre sexos hace que las jornadas laborales y los puestos de trabajo sigan diseñados según los conceptos de competitividad, dedicación y éxito masculinos. Esto desanima a muchas mujeres y provoca que las que tienen medios económicos, a pesar de ser inteligentes y con niveles educativos elevados, prefieran dejar de trabajar; obligando, por otra parte, a renunciar a la maternidad y provocando problemas de familia a aquellas otras que carecen del nivel de vida necesario para renunciar a un trabajo que no les satisface personalmente y que no respeta sus necesidades en cuanto mujeres y madres.
 

lunes, 24 de octubre de 2016

HACIA LA SOLEDAD


HACIA LA SOLEDAD
No es bueno que el hombre esté solo” se dijo hace muchos años, sin embargo cabría preguntarse por qué, y a quién beneficia que el hombre esté solo. Y cabe hacerlo porque la sociedad actual parece que empuja hacia la soledad.
Se han parado a pensar en el caso de la política de hijo único de China. En una primera generación lleva a individuos sin hermanos. En una segunda generación individuos sin hermanos ni tíos, ni primos, y en una tercera generación individuos aislados y solitarios; y si el matrimonio se rompe, viene la soledad más absoluta. Soledad que desquicia a las personas, rompe sus voluntades y su resistencia al mal.
Pero no sólo es la política de hijo único de China, -sobre la que ya se está dando marcha atrás- sino que también, la Ideología de Género en Occidente conduce a la soledad. En concreto el resultado final de la Ideología de Género es la soledad más absoluta; una situación en la que la persona no sólo está sola, sino que no sabe quién o qué es, ni de dónde viene ni a dónde va.
La confusión en el lenguaje y en la forma de transmitir los afectos, que promueve la Ideología de Género produce aislamiento. No es lo mismo la amistad que se siente por una persona, que el amor hacia el cónyuge, hacia los padres o hacia los hijos. Y como no son iguales, requieren distintos cauces para transmitir estos afectos. Y si se mezclan los cauces se confunden los afectos, estos se bloquean y finalmente aparece el aislamiento.
Dos amigos se pueden saludar con un abrazo, pero cuando el abrazo se impone como forma de saludarse entre un amigo y una amiga, la confusión de afectos no tarda en aparecer. Y esta confusión es especialmente dañina cuando uno de los dos ya ha adquirido compromisos.
La forma y palabras para manifestar el cariño al cónyuge no puede ser la misma que la forma de manifestarlo a los hijos. Cuando la mujer, en su interior, cambia el marido por los hijos, el marido se ve inducido a cambiar la mujer por la secretaria y viceversa. Y para que esto no ocurra ambos han de trabajar y mantener viva la comunicación. El denostado concepto de suegra en España, tiene su raíz en una mujer que, en su interior, cambio el marido por los hijos y cuando estos se casan, entra en conflicto con las nueras y yernos.
Cuando la sexualidad desordenada se introduce en la amistad, en las relaciones paterno-filiales, en las relaciones entre generaciones, los afectos se confunden y el resultado final siempre es la incomunicación. Los afectos legítimos que proporcionan satisfacción y felicidad se bloquean, y surge el aislamiento y la soledad. Y no es bueno que el hombre esté solo.
Recientemente se ha hablado del burkini como una forma de opresión a la mujer, sin considerar que, a diferencia del burka, no oculta el rostro de la persona, y que el respeto a la libertad es prioritario. Sin embargo nadie se ha atrevido a criticar el top-less en las playas.
La sexualidad actúa de diferente forma en el hombre que en la mujer. Se dice que el hombre se excita con la vista y la mujer con el oído. ¿Creen que un chaval de 15 a 20 años puede pasearse en una playa con abundancia de top-less, sin sentirse afectado? Y si alguien dice que sí, cabría preguntarle qué edad tiene. Pero si con la edad el cuerpo se insensibiliza, la imaginación y los deseos no, y prueba de ello es el concepto de “viejo verde”. Y ese sentirse afectado se traduce en que al chaval le resultará difícil no caer en el vicio de la masturbación u otras formas de sexualidad precoz.
Algunos ven la masturbación como algo bueno, pero un chaval que no lucha por evitarla no será capaz de sacar adelante una familia sin que se le rompa. Pero claro, lo que promueven hoy día las ideologías son las familias rotas, porque otra cosa no pueden dar. La cultura del esfuerzo la necesitamos en todas las facetas de la vida. Y no nos olvidemos de Dios porque Dios también existe y le necesitamos igualmente en todas las facetas de la vida.
La ideología de género siembra confusión en la comunicación entre las personas; en la comunicación de palabra, sentimientos y afectos. Cuando una persona se enroca en la huida hacia delante de la ideología de género  el resultado es frustración, sufrimiento, y finalmente soledad.
Y en esa huida hacia adelante, la frustración y el sufrimiento que genera la contradicción interior se polarizan hacia los demás, hacia los que opinan diferente. La estigmatización puede existir y ser real, pero no es causa sino consecuencia, y tiene su razón de ser en la aversión natural hacia los actos contra-natura. Aversión que cuando se extiende injustamente hacia las personas se convierte en estigmatismo. Tan injusto es culpar a la sociedad de la contradicción interior como estigmatizar a las personas por la aversión a los actos contra-natura.
Este mecanismo de polarización que utiliza la Ideología de Género en su huida hacia delante, lo utiliza también con los valores de la sociedad y las creencias religiosas. Sin embargo Dios perdona siempre, el hombre a veces y la naturaleza nunca. Tan real es que si te tiras de un puente te estrellas por la fuerza de la gravedad; como que si te enrocas en la huida hacia delante de la Ideología de Género te destrozas, porque en el ADN de cada célula de tu cuerpo está escrita tu condición de varón o mujer.
Frustración, sufrimiento, aislamiento y soledad es el punto final de la Ideología de Género, pero cabe preguntarse ¿a quién beneficia que el hombre esté solo? The answer, my friend, is blowing in the wind.

jueves, 20 de octubre de 2016

FEMINISMO Y ABORTO


Siguiendo con el hilo del devenir del Feminismo a través del Capítulo Feminismo y Mujer de María Calvo Charro en su Libro Alteridad Sexual. Razones frente a la Ideología de Género, en esta ocasión se expone cómo el Aborto se entroniza dentro del Feminismo de Género, y la paternidad queda desposeída de cualquier derecho.


Como ya hemos apuntado en otras ocasiones, si bien el Feminismo en sus orígenes era “una batalla por la justicia y la dignidad de la mujer”, en esta lucha, “la mujer, sin apenas percibirlo, comenzó a renunciar a su propia feminidad, sin ser consciente del menoscabo que esto implicaría a largo plazo para su libertad y su pleno desarrollo personal”.


 


Anticoncepción y aborto (María Calvo Charro. Alteridad Sexual 2014)


Las feministas de género insisten en presentar la maternidad como un instrumento de opresión utilizado por los hombres para tener a las mujeres recluidas en casa y apartadas del ámbito público. Lo que perpetúa la desigualdad y las «clases de sexo», origen de todos los males de las mujeres. La maternidad constituye, pues, el principal elemento perturbador para la realización plena de las mujeres.

Para eliminar las clases sexuales es necesario que la mujer se rebele y se adueñe del control de la reproducción y de la fertilidad humana en general. Ya no hay procreación, fruto del amor entre un hombre y una mujer, sino «reproducción biológica». El sexo debe quedar absolutamente disociado de la maternidad y la fecundidad.

En palabras de Alison Jagger, una de las principales representantes del feminismo de género: “La igualdad feminista radical significa, no simplemente igualdad bajo la ley y ni siquiera igual satisfacción de necesidades básicas, sino más bien que las mujeres -al igual que los hombres- no tengan que dar a luz... La destrucción de la familia biológica permitirá la emergencia de mujeres y hombres nuevos, diferentes de cuantos han existido anteriormente» (Jagger, A., 1977, p. 13).            ..

Los denominados «derechos reproductivos» implican que la mujer debe tener el control pleno de su fertilidad, principalmente a través de la anticoncepción y el aborto. La autoafirmación de los deseos pasa a ser la expresión de la auténtica libertad. Con los medios anticonceptivos y el aborto, la mujer adquirió un sentimiento de propiedad absoluta sobre los hijos.

Anclado en el lema de los 60 «nosotras parimos, nosotras decidimos», los ideólogos de género instrumentalizan el aborto haciéndolo figurar como una forma de liberar a la mujer de la esclavitud machista y patriarcal de la maternidad. La mujer afirmaría así su autonomía plena sobre la procreación pero también sobre su pareja. La paternidad dependerá entonces asimismo del narcisismo y egoísmo de la mujer. Todo ello rodeado de un clima higiénico-sanitario, dentro de la denominada salud reproductiva.

Son frecuentes las interrupciones voluntarias del embarazo llevadas a cabo por mujeres en nombre de una veleidad personal, sin que el padre lo sepa o comparta su decisión; acto de máximo egoísmo que desgarra la necesaria y sagrada armonía entre los sexos. Pero la muerte querida al inicio de la vida es sin duda una fractura profunda e insalvable en el corazón de la feminidad, pues la mujer está orientada de manera especial hacia la vida (Stubbemann, 2003).

El neofeminismo de la década de los 70 se resumía en la reivindicación «mi cuerpo es mío». La mujer al apropiarse de su cuerpo, del embrión, del hijo, pretendía apropiarse también de la parentalidad, marginando o negando al padre. En palabras de Sullerot, «la paternidad está determinada hoy por la madre», depende por completo de su voluntad y de las relaciones que mantenga con el padre (Sullerot, 1993).

Con la renuncia voluntaria a la maternidad, pero sobre todo con el aborto, la mujer se desubica respecto de sí misma y entra en una profunda crisis de identidad que la conduce a la infelicidad. Como señala Janne Haaland la cuestión esencial no es solo de orden práctico, sino también antropológico: las mujeres nunca se sentirán felices si no toman conciencia de hasta qué punto la maternidad define al ser femenino, tanto en el plano físico como espiritual, y expresan esta realidad con la reivindicación del reconoci­ miento social. Ser madre es mucho más que la intensa y vivida experiencia de dar a luz y criar a un hijo: es la clave para la toma de conciencia existencíal de quienes somos» (Haaland, 2002, p. 27).
 
 

sábado, 8 de octubre de 2016

ESCLAVITUD DE LA MUJER


Feminismo de género y esclavitud de la mujer en el siglo XXI


En estos momentos en los que se habla de un supuesto Nuevo Orden Mundial de Ideología de Género y de Aborto, que contradice la naturaleza humana, y la dignidad y la verdad de la persona, necesitamos conocer el devenir del Feminismo hacia la Ideología de Género, para entender la situación dónde estamos y por qué hemos llegado hasta aquí.

 
Y necesitamos conocerlo porque si bien el Feminismo en sus orígenes era “una batalla por la justicia y la dignidad de la mujer”, en esta lucha, “la mujer, sin apenas percibirlo, comenzó a renunciar a su propia feminidad, sin ser consciente del menoscabo que esto implicaría a largo plazo para su libertad y su pleno desarrollo personal”. Y en esta evolución hacia una Ideología de Género, -que pretende cambiar la naturaleza de la mujer y por tanto también del hombre-, los medios para conseguirlo también han cambiado y se han vuelto coactivos. El control de las Instituciones Nacionales e Internacionales, el uso de partidas presupuestarias públicas y la creación de unas industria del aborto que mueve cantidades ingentes de fondos explican por qué se extiende una ideología que repugna por sí misma. La ONU, las organizaciones Mundiales dependientes de esta y la Comisión Europea, condicionan las ayudas a la implantación de políticas, medidas y leyes que permitan y promuevan el aborto y la ideología de Género.

María Calvo Charro, en su libro “Alteridad sexual. Razones frente a la Ideología de Género” expone de forma sucinta y clara esta evolución del Feminismo.

Feminismo de género y esclavitud de la mujer en el siglo XXI


Las feministas igualitaristas han logrado que la sociedad asuma la idea de que trabajar en casa, ser buena esposa y madre es atentatorio contra la dignidad de la mujer, algo humillante que la degrada, esclaviza e impide desarrollarse en plenitud. Y que, para ser una mujer moderna, es preciso previamente liberarse del yugo de la feminidad, en especial, de la maternidad, entendida como un signo de represión y subordinación: la tiranía de la procreación.

De este modo, se genera cierto desprecio hacia las mujeres que trabajan en su casa o cuidan de sus hijos, que resultan estigmatizadas, considerándolas poco atractivas o interesantes y nada productivas para la sociedad; frente a aquellas otras mujeres que renuncian a la maternidad o al cuidado personalizado de sus vástagos desde sus primeros días de vida, que aparecen ante la opinión pública como heroínas, auténticas mujeres modernas, que, lejos de esclavizarse «perdiendo el tiempo» en la atención a sus retoños, se entregan plenamente a su profesión, por la que lo sacrifican todo, lo que las libera y convierte en estereotipos de la emancipación femenina.

Esta estereotipificación inversa, favorecida por la actitud de algunas líderes políticas, distorsiona la imagen y perjudica la vida familiar de la mayoría de las mujeres, pues favorece la organización de la vida profesional como si las mujeres no fueran madres y como si los trabajadores no tuvieran obligaciones familiares; dificultando así un cambio de mentalidad sobre la importancia real de la maternidad, tanto para la mujer en sí como para la institución familiar, base incuestionable de la sociedad, sin el cual, nunca podrán adoptarse medidas verdaderamente conciliadoras para la vida familiar y laboral.

Leyes como la del aborto o la Ley de Igualdad, mediante la utilización de términos Contradictorios, como la «salud reproductiva», referida paradógicamente a las técnicas tendentes a evitar la reproducción a toda costa, son expuestas a la sociedad como la fórmula justa para liberar a la mujer y favorecer su desarrollo personal y profesional, cuando realmente lo que consiguen es su autodestrucción, afectando a su esencia y dignidad de manera irreversible.

Como resultado de esto, muchas mujeres tienden a ocultar su sensibilidad femenina/maternal como si fuera un defecto humillante y adoptan una postura cuasimasculina, simulando ser agresivas y competitivas en sus trabajos, yendo en último término en contra de sus verdaderos deseos. Parecen creer que, si reconocen estos atributos femeninos, estarán caracterizando a las mujeres como seres frágiles, no suficientemente duras para trabajos difíciles (Fisher, 2001).

La mujer actualmente, en lugar de verse esclavizada por visiones patriarcales sobre las funciones domésticas, se ve presionada por las expectativas sobre el tipo de trabajo asalariado que parece valer la pena, y actúa tratando de satisfacer las aspiraciones que los defensores de la corrección política han puesto en ella, en lugar de sus propias preferencias. De este modo, muchas mujeres no solo se sienten ajenas a sus propios trabajos, sino que llegan a sentirse martirizadas. Se trata de un nuevo tipo de esclavitud femenina: la tiranía de la ideología de género que provoca que muchas mujeres se sientan enajenadas por la insoportable presión interna que les provoca el ingente esfuerzo de negarse a sí mismas, tratando de ahogar unas prioridades específicamente femeninas que luchan con fuerza por manifestarse.


Muchas mujeres se han esforzado por cumplir sus funciones «exactamente como un hombre» y su naturaleza rechazada, reprimida, luego se hace valer y surgen las depresiones, la ansiedad, la insatisfacción, la frustración e infelicidad, porque la feminidad lucha por salir. Como afirmaba García Morente, ser mujer lo es todo para la mujer; es profesión, es sentimiento, es concepción del mundo, es opinión, es la vida entera. La mujer realiza un tipo de humanidad distinto del varón, con sus propios valores y sus propias características y solo alcanzará su plena realización existencial cuando se comporte con autenticidad respecto de su condición femenina.

 

domingo, 2 de octubre de 2016

FEMINISMO IGUALITARISTA


Feminismo igualitarista y de género

En un artículo anterior, hemos hablado del Feminismo de Equidad  siguiendo el capítulo del mismo nombre del libro “Alteridad Sexual. Razones frente a la Ideología de Género” 2014 de María Calvo Charro

Si bien el Feminismo en sus orígenes era una batalla por la justicia y la dignidad de la mujer”, en esta lucha, “la mujer, sin apenas percibirlo, comenzó a renunciar a su propia feminidad, sin ser consciente del menoscabo que esto implicaría a largo plazo para su libertad y su pleno desarrollo personal”. Como afirmó Sigrid Undsted (Kalundborg, Dinamarca, 1882-1949), «El movimiento feminista se ha ocupado tan solo de las ganancias y no de las pérdidas de la liberación».

Y en esta evolución hacia una Ideología de Género, -que pretende cambiar la naturaleza de la mujer y por tanto también del hombre-, los medios para conseguirlo también han cambiado y se han vuelto coactivos. El control de las Instituciones Nacionales e Internacionales, el uso de partidas presupuestarias públicas y la creación de unas industria del aborto que mueve cantidades ingentes de fondos explican por qué se extiende una ideología que repugna por sí misma. La ONU, las organizaciones Mundiales dependientes de esta y la Comisión Europea, condicionan las ayudas a la implantación de políticas, medidas y leyes que permitan y promuevan el aborto y la ideología de Género.

La evolución hacia el Feminismo de Género nos la cuenta con maestría María Calvo Charro (2014) en el capítulo Feminismo Igualitarista y de género del libro mencionado

“En la década de los 70, una vez alcanzada cierta igualdad, al menos formal, en derechos y deberes, comenzó un nuevo movimiento feminista de corte igualitarista, cuya pretensión no era ya solo la igualdad jurídica, sino la identidad con el varón en todas las facetas de la vida. En expresión de Burgraff, reclamaban una «igualdad funcional de los sexos» . Así, de las vindicaciones limitadas al ámbito público (derecho al voto, a la educación ...) se pasó a la exigencia de igualdad también en el ámbito de la vida privada, referido a facetas tan íntimas como las relaciones sexuales, la maternidad, la crianza de los hijos o el matrimonio. Comienza en este momento histórico una nueva etapa del movimiento feminista, en la que se exige la eliminación del tradicional reparto de papeles entre varón y mujer, para lo cual es imprescindible rechazar la maternidad, el matrimonio y la familia.

La dirección ideológica de este movimiento debemos atribuirla básicamente a Simone de Beauvoir (1908- 1986), en cuya obra, «El segundo sexo » (1949), con una enorme difusión en la sociedad del momento, y más tarde en los movimientos feministas de los años setenta, profundamente emparentados con la «revolución sexual», mantenía de forma radical que la mujer (y, en consecuencia, el varón) «no nace, sino que se hace».

Sobre la base de este feminismo igualitarista las mujeres renunciaron a su esencia, negando radicalmente la existencia de una feminidad o de ciertos rasgos femeninos innatos. Por vez primera el movimiento feminista iba contra sí mismo, contra su propia razón de ser, y se desnortaba autolesionando a las mujeres a las que en un principio defendió. La mujer asumió de forma espontánea, y sin queja alguna, que los roles masculinos eran los justos y oportunos, que debía imitarlos para lograr la igualdad y adoptando un comportamiento y, en ocasiones, un aspecto varonil, se traicionó a sí misma, sacrificando el alma femenina, a cambio de ser aceptada en el universo masculino.

Actualmente, nos hallamos plenamente sumergidos en la tercera etapa. Nos referimos al denominado feminismo de género. El término feministas de género fue acuñado por Christina Hoff Sommers, en su libro Who Stole Feminism? con el fin de distinguir el feminismo de ideología radical surgido hacia fines de 1960, del anterior movimiento feminista de paridad (que cree en la igualdad legal y moral de los sexos). El feminismo de género ha encontrado favorable acogida en un buen número de importantes Universidades donde se pretende elevar los «Gender Studies» a un nuevo rango científico






El objetivo no es ya ser igual al hombre, porque la propia noción o concepto de hombre sería una construcción social inexistente en la realidad. Se trata ahora de destruir todo lo relativo a la naturaleza, negar cualquier influencia de la biología en nuestra configuración sexual, abstracción hecha de las diferencias fisiológicas externas, cuya importancia es minimizada hasta el extremo. Toda diferencia pertenece a la cultura o es una «Construcción social», liberarse de estas construcciones plenamente y asumir, ejerciendo una libertad absoluta, la tendencia sexual que se desee en cada etapa o momento de la vida es la máxima a cumplir por esta ideología. Es evidente que, de este modo, el feminismo (en sentido propio) está llegando a su fin, porque la liberación deseada comprende indiscriminadamente tanto a mujeres como a varones. Las feministas de género no buscan la mejora en la situación de la mujer, sino la anulación radical de las diferencias hombre-mujer, anulación de lo femenino y lo masculino y, en consecuencia, la desnaturalización extrema del ser humano (Burgraff, 2004).

Además, las feministas de género insisten en la deconstrucción de la familia, no solo porque, según ellas, esclaviza a la mujer, sino porque condiciona socialmente a los hijos para que acepten la familia, el matrimonio y la maternidad como algo natural.

Queda claro que para los propulsores del género las responsabilidades de la mujer en la familia son supuestamente enemigas de la realización de la mujer. El entorno privado se considera como secundario y menos importante; la familia y el trabajo del hogar, como «carga» que afecta negativamente los «proyectos profesionales» de la mujer. La meta de la perspectiva del género no es representar auténticamente la vida de la mujer, sino una estereotipificación inversa según la cual las mujeres que «Solo» sean esposas y madres nunca aparezcan bajo un prisma favorable.”
En la próxima ocasión analizaremos la esclavitud que el feminismo ha supuesto para la mujer y la forma en que esta puede liberarse y recuperar su esencia femenina.