jueves, 20 de octubre de 2016

FEMINISMO Y ABORTO


Siguiendo con el hilo del devenir del Feminismo a través del Capítulo Feminismo y Mujer de María Calvo Charro en su Libro Alteridad Sexual. Razones frente a la Ideología de Género, en esta ocasión se expone cómo el Aborto se entroniza dentro del Feminismo de Género, y la paternidad queda desposeída de cualquier derecho.


Como ya hemos apuntado en otras ocasiones, si bien el Feminismo en sus orígenes era “una batalla por la justicia y la dignidad de la mujer”, en esta lucha, “la mujer, sin apenas percibirlo, comenzó a renunciar a su propia feminidad, sin ser consciente del menoscabo que esto implicaría a largo plazo para su libertad y su pleno desarrollo personal”.


 


Anticoncepción y aborto (María Calvo Charro. Alteridad Sexual 2014)


Las feministas de género insisten en presentar la maternidad como un instrumento de opresión utilizado por los hombres para tener a las mujeres recluidas en casa y apartadas del ámbito público. Lo que perpetúa la desigualdad y las «clases de sexo», origen de todos los males de las mujeres. La maternidad constituye, pues, el principal elemento perturbador para la realización plena de las mujeres.

Para eliminar las clases sexuales es necesario que la mujer se rebele y se adueñe del control de la reproducción y de la fertilidad humana en general. Ya no hay procreación, fruto del amor entre un hombre y una mujer, sino «reproducción biológica». El sexo debe quedar absolutamente disociado de la maternidad y la fecundidad.

En palabras de Alison Jagger, una de las principales representantes del feminismo de género: “La igualdad feminista radical significa, no simplemente igualdad bajo la ley y ni siquiera igual satisfacción de necesidades básicas, sino más bien que las mujeres -al igual que los hombres- no tengan que dar a luz... La destrucción de la familia biológica permitirá la emergencia de mujeres y hombres nuevos, diferentes de cuantos han existido anteriormente» (Jagger, A., 1977, p. 13).            ..

Los denominados «derechos reproductivos» implican que la mujer debe tener el control pleno de su fertilidad, principalmente a través de la anticoncepción y el aborto. La autoafirmación de los deseos pasa a ser la expresión de la auténtica libertad. Con los medios anticonceptivos y el aborto, la mujer adquirió un sentimiento de propiedad absoluta sobre los hijos.

Anclado en el lema de los 60 «nosotras parimos, nosotras decidimos», los ideólogos de género instrumentalizan el aborto haciéndolo figurar como una forma de liberar a la mujer de la esclavitud machista y patriarcal de la maternidad. La mujer afirmaría así su autonomía plena sobre la procreación pero también sobre su pareja. La paternidad dependerá entonces asimismo del narcisismo y egoísmo de la mujer. Todo ello rodeado de un clima higiénico-sanitario, dentro de la denominada salud reproductiva.

Son frecuentes las interrupciones voluntarias del embarazo llevadas a cabo por mujeres en nombre de una veleidad personal, sin que el padre lo sepa o comparta su decisión; acto de máximo egoísmo que desgarra la necesaria y sagrada armonía entre los sexos. Pero la muerte querida al inicio de la vida es sin duda una fractura profunda e insalvable en el corazón de la feminidad, pues la mujer está orientada de manera especial hacia la vida (Stubbemann, 2003).

El neofeminismo de la década de los 70 se resumía en la reivindicación «mi cuerpo es mío». La mujer al apropiarse de su cuerpo, del embrión, del hijo, pretendía apropiarse también de la parentalidad, marginando o negando al padre. En palabras de Sullerot, «la paternidad está determinada hoy por la madre», depende por completo de su voluntad y de las relaciones que mantenga con el padre (Sullerot, 1993).

Con la renuncia voluntaria a la maternidad, pero sobre todo con el aborto, la mujer se desubica respecto de sí misma y entra en una profunda crisis de identidad que la conduce a la infelicidad. Como señala Janne Haaland la cuestión esencial no es solo de orden práctico, sino también antropológico: las mujeres nunca se sentirán felices si no toman conciencia de hasta qué punto la maternidad define al ser femenino, tanto en el plano físico como espiritual, y expresan esta realidad con la reivindicación del reconoci­ miento social. Ser madre es mucho más que la intensa y vivida experiencia de dar a luz y criar a un hijo: es la clave para la toma de conciencia existencíal de quienes somos» (Haaland, 2002, p. 27).
 
 

1 comentario:

  1. http://vlpqvl.blogspot.com/2016/04/ayyyyyyy-comoen-el-comienzo-de-una.html

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