Feminismo igualitarista y de
género
En un
artículo anterior, hemos hablado del Feminismo de Equidad siguiendo el capítulo del mismo nombre del
libro “Alteridad Sexual. Razones frente a la Ideología de Género” 2014 de María
Calvo Charro
Si bien el
Feminismo en sus orígenes era “una
batalla por la justicia y la dignidad de la mujer”, en esta lucha, “la
mujer, sin apenas percibirlo, comenzó a renunciar a su propia feminidad, sin
ser consciente del menoscabo que esto implicaría a largo plazo para su libertad
y su pleno desarrollo personal”. Como afirmó Sigrid Undsted
(Kalundborg, Dinamarca, 1882-1949), «El movimiento
feminista se ha ocupado tan solo de las ganancias y no de las pérdidas de la
liberación».
Y en esta
evolución hacia una Ideología de Género, -que pretende cambiar la naturaleza de
la mujer y por tanto también del hombre-, los medios para conseguirlo también
han cambiado y se han vuelto coactivos. El control de las Instituciones
Nacionales e Internacionales, el uso de partidas presupuestarias públicas y la
creación de unas industria del aborto que mueve cantidades ingentes de fondos
explican por qué se extiende una ideología que repugna por sí misma. La ONU, las
organizaciones Mundiales dependientes de esta y la Comisión Europea,
condicionan las ayudas a la implantación de políticas, medidas y leyes que permitan
y promuevan el aborto y la ideología de Género.
La evolución
hacia el Feminismo de Género nos la cuenta con maestría María Calvo Charro (2014) en el
capítulo Feminismo Igualitarista y de género del libro mencionado
“En la década de los 70, una vez alcanzada cierta igualdad, al menos formal, en derechos y
deberes, comenzó un nuevo movimiento feminista de corte igualitarista, cuya pretensión no era ya solo la igualdad jurídica, sino la identidad con
el varón en todas las facetas de la vida. En expresión de Burgraff, reclamaban
una «igualdad funcional de los sexos»
. Así, de las vindicaciones limitadas al ámbito público (derecho al voto, a la
educación ...) se pasó a la exigencia de igualdad también en el ámbito de la
vida privada, referido a facetas tan
íntimas como las relaciones sexuales, la maternidad, la crianza de los hijos o
el matrimonio. Comienza en este momento histórico una nueva etapa del
movimiento feminista, en la que se exige
la eliminación del tradicional reparto de papeles entre varón y mujer, para
lo cual es imprescindible rechazar la maternidad, el matrimonio y la familia.
La dirección ideológica de este movimiento debemos atribuirla
básicamente a Simone de Beauvoir (1908- 1986), en cuya obra, «El segundo sexo »
(1949), con una enorme difusión en la sociedad del momento, y más tarde en los
movimientos feministas de los años setenta, profundamente emparentados con la
«revolución sexual», mantenía de forma
radical que la mujer (y, en consecuencia, el varón) «no nace, sino que se
hace».
Sobre la base de este feminismo igualitarista las mujeres
renunciaron a su esencia, negando radicalmente la existencia de una feminidad o de
ciertos rasgos femeninos innatos. Por
vez primera el movimiento feminista iba contra sí mismo, contra su propia
razón de ser, y se desnortaba
autolesionando a las mujeres a las que en un principio defendió. La mujer
asumió de forma espontánea, y sin queja alguna, que los roles masculinos eran
los justos y oportunos, que debía imitarlos para lograr la igualdad y adoptando
un comportamiento y, en ocasiones, un aspecto varonil, se traicionó a sí misma, sacrificando el alma femenina, a
cambio de ser aceptada en el universo masculino.
Actualmente, nos hallamos plenamente sumergidos en la tercera etapa. Nos
referimos al denominado feminismo de género. El término feministas de género
fue acuñado por Christina Hoff Sommers, en su libro Who Stole Feminism? con el
fin de distinguir el feminismo de ideología radical surgido hacia fines de
1960, del anterior movimiento feminista de paridad (que cree en la igualdad
legal y moral de los sexos). El feminismo de género ha encontrado favorable
acogida en un buen número de importantes Universidades donde se pretende elevar
los «Gender Studies» a un nuevo rango científico
El objetivo no es ya ser igual al hombre, porque la propia noción o
concepto de hombre sería una construcción social inexistente en la realidad. Se trata ahora de destruir todo lo relativo
a la naturaleza, negar cualquier influencia de la biología en nuestra
configuración sexual, abstracción hecha de las diferencias fisiológicas
externas, cuya importancia es minimizada hasta el extremo. Toda diferencia pertenece a la cultura o es una «Construcción social»,
liberarse de estas construcciones plenamente
y asumir, ejerciendo una libertad
absoluta, la tendencia sexual que se
desee en cada etapa o momento de la vida es la máxima a cumplir por esta
ideología. Es evidente que, de este modo, el feminismo (en sentido propio)
está llegando a su fin, porque la liberación deseada comprende indiscriminadamente
tanto a mujeres como a varones. Las feministas de género no buscan la mejora en
la situación de la mujer, sino la anulación radical de las diferencias
hombre-mujer, anulación de lo femenino y
lo masculino y, en consecuencia, la desnaturalización extrema del ser humano
(Burgraff, 2004).
Además, las feministas de género insisten en la deconstrucción de la
familia, no solo porque, según ellas, esclaviza a la mujer, sino porque condiciona
socialmente a los hijos para que acepten la familia, el matrimonio y la
maternidad como algo natural.
Queda claro que para los propulsores del género las responsabilidades de la mujer en la familia son supuestamente
enemigas de la realización de la mujer. El entorno privado se considera
como secundario y menos importante; la familia y el trabajo del hogar, como
«carga» que afecta negativamente los «proyectos profesionales» de la mujer. La
meta de la perspectiva del género no es representar auténticamente la vida de
la mujer, sino una estereotipificación inversa según la cual las mujeres que «Solo» sean esposas y madres
nunca aparezcan bajo un prisma favorable.”
En la
próxima ocasión analizaremos la esclavitud que el feminismo ha supuesto para la
mujer y la forma en que esta puede liberarse y recuperar su esencia femenina.
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