HOLOCAUSTO SILENCIOSO
La celebración estos días del 70 aniversario de la liberación
del campo de exterminio de Auschwitz nos recuerda uno de los grandes horrores
de la historia, el exterminio industrial de un grupo étnico a través de las
cámaras de gas. En su libro Libertad vivida, Jutta Burggaff hace una
descripción de un diálogo entre un funcionario nacionalsocialista y un fiscal,
que ha tenido lugar en uno de los famosos procesos judiciales después de la
segunda guerra mundial. El relato es el siguiente: P: ¿Mataron a alguien en el campo de concentración? R: Sí. P:
¿Asfixiados por gas? R: Sí. P: Enterrados vivos? R: Ocurrió alguna vez. P:
¿Ayudó usted personalmente a matar a estas personas?. R: En absoluto, yo era
solamente el tesorero del campo. P: ¿Qué efectos le producían estas acciones?
R: Era duro al principio, pero nos acostumbramos. P: ¿Sabe usted que los rusos
le van a colgar?. R: (rompiendo a llorar): ¿Por qué? ¿Qué he hecho?. Es
cierto que no hizo nada; se limitó a cumplir órdenes. Los funcionarios del
Estado nazi explicaron sus actuaciones inmorales con el argumento de que ellos
se limitaron a cumplir órdenes. Ante el peligro de la pérdida del trabajo, del
exilio, de desgracias para toda su familia, de la tortura y de la propia muerte
(física o moral), abdicaron a los dictámenes de su conciencia y algunos se
convirtieron en asesinos sin escrúpulos. La situación era, ciertamente, muy
compleja, y no se trata de juzgar a personas concretas, sino de comprender la
condición humana.
La aceptación social del aborto sin admitir a debate cuándo
empieza la vida humana y qué valor tiene la vida humana, pone encima de la mesa
un problema de naturaleza similar que nuestra sociedad tiene que resolver.
Con la ley del aborto de Zapatero han desaparecido las trabas
jurídicas que tenía la industria abortista y sus únicas preocupaciones son de
tipo comercial al igual que cualquier otra industria del mercado. La Ley
Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, que define el aborto como un derecho, tiene la
virtud de dar “barra libre” a las clínicas abortistas para que ejerciten ese
supuesto derecho de una forma industrial.
Esta ley pretende solucionar un conflicto negando que exista,
de la misma forma que se negó la crisis económica. Y como un conflicto se
produce al menos entre dos partes, para negarlo se otorga la decisión
exclusivamente a una de las partes, la mujer, y al convertirlo en un derecho la
otra parte, el feto, queda en el olvido sin ninguna protección legal. El aborto
así va adquiriendo características industriales. Pero no basta con proclamarlo
en la legislación, también hay que borrarlo de la conciencia, y para ello se
enseña a los niños en la educación, bajo el amparo de la ley de Zapatero. ¿Pero
conseguirá este objetivo la educación? ¿Y por qué es tan importante proponerse
alcanzar este objetivo? Porque el aborto es el precio que tiene que pagar una
sociedad del bienestar y del consumo que busca satisfacer los instintos básicos
y evitar el sufrimiento a toda costa. Para unos ciudadanos a los que se ha
prometido placer sin límites, un embarazo es un contratiempo que hay que evitar
con distintos medios, y si aun así ocurre, se soluciona con el aborto. El
aborto es la garantía final y ha de ser seguro para garantizar un sexo seguro
sin cargas ni responsabilidades.
Sin embargo la realidad no se cambia con leyes. Si la
industria del aborto quiere fomentar su negocio no basta con lo que diga la ley
sino que ha de atender a la realidad del aborto. Y la cruda realidad del aborto exige ocultar
el sacrificio y su carácter humano, las personas que abortan y las cifras del
negocio. Rebajar las cifras no es muy difícil porque nadie está interesado en
que se haga un modelo 347, ni un resumen anual de IVA, ni nada que se le
parezca. Además cuentan con el beneplácito de muchos políticos y gobernantes
dispuestos a mirar para otro lado si hace falta. Ni siquiera el cliente estará
predispuesto a pagar con medios que puedan vincular su nombre. Pero también hay
que ocultar los cuerpos y la forma de hacerlo. Santiago Mata en su libro “De Isadora a Bibiana. El nuevo aborto y el
holocausto” comenta que “Las pequeñas
operaciones hospitalarias, los actos judiciales y hasta las ejecuciones donde
las hay, se graban hoy día en vídeo. Lo que nunca se ha visto es uno de las
decenas de millones de abortos que cada año se hacen en el mundo. Nunca hasta
que alguien se decida a revelarlo. Y entonces quizá todo termine tan
súbitamente como Auschwitz, sencillamente porque los gobernantes caerán en la
cuenta de que lo que están ocultando es un sacrificio humano demasiado evidente
como para negarlo. Pero mientras no se vea, lo negarán”.
En la práctica se trata de que sólo unas personas de
confianza estén en contacto con la realidad de lo que sucede y no es difícil de
realizar en una industria que está en pocas manos. Los señores del aborto tienen nombres y apellidos y son pocos los que
se reparten el mercado. Santiago Mata en su libro dedica todo un capítulo “Quién es quién
en la industria del aborto” a publicar los resultados de una
investigación que “desbroza” los nombres más importantes. Una vez abiertas las
puertas jurídicas de par en par, ahora se trata de abrirlas en la Constitución
y para ello las estadísticas tienen que decir que las cifras de aborto están
disminuyendo, aunque sea contradictorio con una ley que proclama un derecho. La
ley de Zapatero tiene que ser una ley “exitosa”.
Sobre manipulación de encuestas tenemos el
testimonio del DOCTOR BERNARD NATHANSON, que fue médico abortista, responsable
de 75.000 abortos, convertido a pro-vida y al catolicismo. “Nuestro primer
gran logro fue hacernos
con los medios de comunicación (…) sabiendo que en encuestas veraces seríamos
derrotados, amañamos los resultados con encuestas inventadas y las publicamos
en los medios; según ellas el 60% de los norteamericanos era favorable a la
implantación de leyes permisivas de aborto. Fue la táctica de exaltar la propia
mentira y así conseguimos un apoyo suficiente, basado en números falsos sobre
los abortos ilegales que se producían anualmente en USA. Esta cifra era de 100.000
aproximadamente, pero la que reiteradamente dimos a los medios de comunicación
fue de 1.000.000. Y una mentira suficientemente reiterada es asumida como
verdad por la opinión pública.” (…) La segunda táctica fundamental fue jugar la
carta del anti-catolicismo (…). La tercera táctica fue denigrar o ignorar
cualquier evidencia científica de que la vida comienza con la concepción”.
También tenemos el testimonio de
MAURICE CAILLET, Maestro de la masonería y médico abortista convertido en
pro-vida y al catolicismo. Caillet en su libro “Yo fui Masón”, describe cómo se
involucró en los años 70 en la aprobación de la ley del aborto en Francia y en
la realización de abortos. “Algunos de mis
colegas y yo habíamos militado a favor de la supresión de la ley de 1920 que
prohibía la práctica médica del aborto (…).algunos organismos, como
Planificación Familiar, entidad de la que yo formaba parte y que estaba
presidida por el doctor Pierre Simon, Gran Maestre de la Gran Logia de Francia,
señalaban que cada año se producían 300.000 abortos clandestinos en Francia,
cuyo resultado eran numerosos accidentes e incluso muertes”. Caillet
hizo saber su “intención de aplicar esta nueva
ley, que yo había deseado con todas mis fuerzas y que se había preparado en las
logias”.
El que no avanza retrocede. Si Mariano Rajoy se piensa que es
un tema de consenso y que la cosa va a
quedar así, se equivoca. Se intentará llevar a la constitución con el mismo
consenso con el que se elaboró la Ley 2/2010, o sea, ninguno. Rajoy tiene la
potestad de dar un giro de ciento ochenta grados y la sociedad lo ha de
demandar en la manifestación a favor de la vida convocada en Madrid para el
próximo 14 de marzo. Queda para otra ocasión hablar de por qué se aborta.
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