APADRINA A UN DIPUTADO
Si eres un tío o una tía que reza, apadrina a un diputado. Te
lo digo en serio, apadrina a un diputado. Nuestros diputados están expuestos a
la Ideología de Género.
Muchas leyes que, por desgracia, se tramitan en el Congreso
tienen un alto contenido en Ideología de Género. Aunque no siempre se las leen,
o más bien casi nunca, tienen que votarlas; y votar a favor de una ley de Ideología
de Género, parece que imprime carácter.
Algunos
hacen estudios de impacto de género, y los pagan a precio de jamón de bellota,
pero lo que realmente impacta es la exposición a la Ideología de Género. La
exposición a Ideología de género
es peor que la exposición a RAYOS X. El cerebro se arruga, se encoge, y con el
tiempo se llega a reducir al tamaño de una bellota, con menos inteligencia que
una lagartija. Y si quieres una prueba, escúchalos cuando hablan en televisión;
olvidaron mil cosas buenas por una que salió mala. Andan como don Quijote con
las Novelas de Caballerías, “desfaciendo entuertos y ensartando molinos de viento” “Para cuya seguridad, andando más los tiempos y creciendo
más la malicia, se instituyó la orden de los caballeros andantes, para defender
las doncellas, amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y a los
menesterosos. De esta orden soy yo, hermanos cabreros, a quien agradezco el
agasajo y buen acogimiento que hacéis a mí y a mi escudero”.
No podemos abandonarles a su suerte.
Por eso, te lo digo muy en serio, si eres persona que reza, apadrina a un
diputado.
Puedes encontrar la lista en el
siguiente enlace:
“Dícenme que en ese lugar hay bellotas gordas:
envíeme hasta dos docenas, que las estimaré en mucho, por ser de su mano, y
escríbame largo, avisándome de su salud y de su bienestar; y si hubiere
menester alguna cosa, no tiene que hacer más que boquear: que su boca será
medida, y Dios me la guarde. Deste lugar. Su amiga, que bien la quiere,
La Duquesa.
(…)
Y
dioles las cartas. Leyólas el cura de modo que las oyó Sansón Carrasco, y
Sansón y el cura se miraron el uno al otro, como admirados de lo que habían
leído; y preguntó el bachiller quién había traído aquellas cartas. Respondió
Teresa que se viniesen con ella a su casa y verían el mensajero, que era un
mancebo como un pino de oro, y que le traía otro presente que valía más de
tanto.
Quitóle
el cura los corales del cuello, y mirólos y remirólos, y, certificándose que
eran finos, tornó a admirarse de nuevo, y dijo:
–Por el hábito que
tengo, que no sé qué me diga ni qué me piense de estas cartas y destos
presentes: por una parte, veo y toco la fineza de estos corales, y por otra,
leo que una duquesa envía a pedir dos docenas de bellotas.
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