Tomás Moro fue amigo de Enrique VIII y a la vez un personaje incómodo
al que finalmente Enrique VIII acusó de alta traición y le decapitó el 6
de julio de 1535. Por esas mismas razones sería canonizado cuatrocientos
años más tarde por la Iglesia Católica y considerado un mártir de la Reforma
Protestante por la Iglesia Anglicana incluyéndolo en 1980 en su lista de santos
y héroes cristianos. Tomás Moro fue un eminente abogado que entendía muy bien la
importancia de las leyes y el valor de las palabras de un juramento. Su
prestigio era un “bofetón” para las pretensiones de Enrique VIII que quería a
toda costa el divorcio con la reina Catalina de Aragón para poder contraer
matrimonio con Ana Bolena y dar un heredero varón a la corona, y para ello no
dudo en exigir un juramento antipapista que propició el surgimiento de la
Iglesia Anglicana.
En la película “Un Hombre para la Eternidad” dirigida por Fred
Zinnemann, estrenada en 1966 y galardonada con seis óscars, Paul Scofield hace
una excelente representación del personaje recreando la “persecución iniciada contra un hombre bueno e intachable,
fiel a sus ideales, que no da su brazo a torcer en materia de Estado, aún a
costa de su vida”. El sentido jurídico y la importancia del
respeto a la legalidad de Tomás Moro quedan reflejados con maestría cuando
se manifiesta a favor de conceder al diablo el beneficio de la ley si hiciera
falta. Roper, el yerno de tomas Moro, le exige que arreste a Richard Rich, un turbio
personaje, que más tarde se convertirá, con perjurio, en su principal acusador.
“-Roper: Hazle arrestar / -Tomas Moro: ¿Por qué? / -Roper:
Es peligroso
-Margaret: Por libelo y espía. Padre
ese hombre es malo / -Tomas Moro: No hay ley
alguna contra eso / -Roper: Está la ley de
Dios / -Tomas Moro: Que lo arreste Dios.
Sería libre de irse aunque fuera el diablo en persona, hasta que violara la
ley. / -Roper: Vaya con que daríais al
Diablo el beneficio de la ley 7 -Tomas Moro:
Sí ¿tú qué harías? Dar un rodeo alrededor de la ley para coger al diablo / -Roper: Sí. Me saltaría todas las leyes de Inglaterra
para hacerlo. / -Tomas Moro: Ya y cuando te
hubieras saltado la última ley y el diablo se volviera contra ti ¿dónde te
esconderías, Roper, sin leyes de por medio? Este país está sembrado de guerras
de costa a costa, leyes humanas, no divinas, si te las saltaras, y eres muy
capaz de hacerlo Roper ¿crees de veras que podrías resistir
impasiblemente los vientos que se levantarían? Sí. Yo concedería al
Diablo el beneficio de la ley por mi propia seguridad. “
Pilar Urbano,
cuenta también en su libro La Gran Desmemoria como el Rey D. Juan Carlos tenía
claro antes de empezar a reinar “que había que
cancelar la dictadura y pasar a una democracia plena, pero de un modo pacífico
y legal”. Franco había dejado todo atado y bien atado pero “las Leyes Fundamentales no sólo eran modificables sino
derogables. Bastaba tirar de un extremo del hilo con el que todo había quedado
atado y bien atado. Reformar desde dentro, sin rupturas, yendo de la ley a la
ley. Pero sólo las viejas Cortes franquistas podían dar el salvoconducto a una
ley reformadora, que fuese refrendada por el pueblo. Por tanto, no convenía
enfrentarse a las Cortes, sino conquistarlas. Y la ley reformadora que aprobasen
no debía ser una apostilla, ni un simple decreto ley, sino una nueva Ley
Fundamental capaz de derogarlas a todas por la vía suave, la demolición desde
dentro”. Finalmente el 8 de diciembre de 1978 se aprobó la
Constitución actual que devuelve la soberanía al pueblo.
Jorge de Esteban
en un artículo “De la Constitución a la Constitución” publicado en El Mundo el
22 de Abril pasado se lamenta de las escasas reformas que ha tenido la
Constitución máxime cuando fue una Constitución inacabada cuyo título VIII era
necesario reformar. Comenta que aquí la Constitución se concibe como un fin en
sí mismo y no como un medio para organizar la convivencia que conviene ir
reformando según sean las necesidades de los tiempos y por esta razón, o
bien no se incluyen procedimientos de reforma en nuestras constituciones
o se incluyen procedimientos rígidos como en la actual de 1978: “nunca unas Cortes se suicidarán para aprobar una reforma
que según el artículo 168 exige la disolución de las mismas, la convocatoria de
nuevas Cortes y la aprobación por ellas de la reforma, confirmada después por
referéndum nacional”. Jorge de Esteban expone una serie de razones
por las cuales se ha de reformar la constitución para lo cual ve necesario el
acuerdo de PP, PSOE con los nacionalistas moderados vascos y catalanes.
El pasado 7 de
abril el Congreso de los Diputados negó la petición de la Generalitat de
Cataluña de que se le ceda la competencia para autorizar, convocar y celebrar un referéndum sobre el futuro
político de Cataluña. Los argumentos de Rajoy fueron claros y contundentes: “No
me pidan ustedes que, como presidente del Gobierno, me salte la soberanía
nacional y no cumpla la ley”. A la vez que desmontó el argumentario
nacionalista, ofreció el camino de la reforma de la Constitución y con “arte
taurino” pidió imaginación a los nacionalistas.
Desde aquel famoso “aprobaré
todo lo que salga del parlament de Cataluña”
pronunciado por Zapatero, la Generalitat de Cataluña se ha dedicado a crear un
sentimiento independentista utilizando técnicas de spot publicitario, con el
apoyo de los medios de comunicación de Cataluña controlados mediante la
financiación de su déficit. El independentismo es un enfermo imaginario
cuya cura se realiza con un medicamento llamado principio de legalidad; es un
problema creado artificialmente por el afán de poder de algunos, cuya
argumentación no ha salido de las premisas: votar es democrático, el pueblo
catalán es un pueblo democrático, el pueblo catalán quiere votar; mientras
ignoraban cualquier consideración relativa al
respeto a la legalidad vigente y a los inconvenientes de romper España y de
salir de la Unión Europea. Quinientos años integrados en un todo son demasiados
años como para que el todo no opine ante las pretensiones de una parte. No respetar
la legalidad vigente supone iniciar una espiral que no se sabe dónde acabará.
Como dice Tomás Moro a su cuñado Roper: “cuando
te hubieras saltado la última ley y el diablo se volviera contra ti ¿dónde te
esconderías, Roper, sin leyes de por medio? Este país está sembrado de guerras
de costa a costa, leyes humanas, no divinas, si te las saltaras, y eres muy
capaz de hacerlo Roper ¿crees de veras que podrías resistir
impasiblemente los vientos que se levantarían? Sí. Yo concedería al
Diablo el beneficio de la ley por mi propia seguridad. “.
El pasado 30 de
Julio, Rajoy ha vuelto a ser claro con Arthur Mas: la consulta “es ilegal y, por tanto, ni se puede celebrar ni se va a
celebrar”. La reforma de la constitución Española es el único cauce
que se puede ofrecer a Arthur Mas para que salga del embrollo en que se ha
metido. Muchos partidos se han apuntado a este eufemismo de reformar la
Constitución como forma de “nadar y guardar la ropa” para no enturbiar el
abultado sentimiento nacionalista separatista, y salir perjudicados en el
“vaivén” del sentido de voto que mece las aguas de su electorado. Pero ¿cómo contentar a los que nunca serán contentados?
¿Merece la pena “abrir el melón” de la Constitución para solucionar un problema
creado artificialmente y cuyos líderes empiezan a ser investigados por una
escandalosa y burlesca corrupción que ya se intuía?
Finalmente parece
que serán los artificieros de la prensa y la policía judicial y tributaria los
que acaben pinchando globos y poniendo a cada uno en su sitio.