lunes, 7 de octubre de 2013

UN LINCOLN PARA ABOLIR EL ABORTO. EL DÍA DESPUÉS







Acuden al templo muchas mujeres jóvenes y mayores, con el deseo de liberarse por medio de la oración del fuerte trauma psíquico y del desgarrón interior que supone haber tomado la decisión de abortar.

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Ante el anuncio de Reforma de Ruiz Gallardón ya han aparecido las primeras voces oponiéndose. Esta vez provienen de la Plataforma “Decidir Nos hace  Libres” que supuestamente agrupa a “trescientas” organizaciones y afirman que la reforma Gallardón llevará en el 2014 a 100.000 abortos clandestinos. Se argumenta que “pasar de 120.000 abortos legales a 13.000 no se puede hacer por arte de magia”. Aunque discrepo en que se vayan a producir abortos clandestinos y más en las cifras que manejan, si realmente es esta su preocupación, si lo que buscan no es que la mujer aborte si o si, sino que la mujer pueda decidir también seguir adelante con su embarazo, la solución para evitarlo está muy clara y consiste en políticas de apoyo a la mujer embarazada para que no se vea abocada a abortar.  Ahí podemos hacer un frente común si hay buena fe por parte de la Plataforma “Decidir Nos hace Libres”. El problema es que en el contexto actual la mujer no es libre para decidir seguir adelante con su embarazo y el fondo de la cuestión está en que cada día mueren en España más de 300 niños no nacidos víctimas del aborto sin que ninguna ley se pregunte ¿cuándo empieza la vida humana? y ¿qué valor tiene la vida humana? Como afirma el Lincoln de Spielberg “-A.L.-Si aceptamos someternos a las leyes,  si estamos dispuestos a perder libertades, la libertad de oprimir, por ejemplo, descubriremos otras libertades anteriormente desconocidas.

 

¿Y cómo financiar estas políticas de apoyo a la mujer embarazada que reducirían el número de abortos sin generar abortos clandestinos? Decía un santo español  que “se gasta lo que se deba aunque se deba lo que se gaste”. Me atrevería a decir que estas son las raíces cristianas de las teorías de Keynes. El dinero no es una dificultad insuperable  en estos temas. Pensemos en la cantidad de riqueza y tesorería que se podría generar si fuéramos capaces de poner a trabajar a los 6 millones de parados que tenemos; y la que se obtendría si se vendieran los setecientos y pico mil pisos vacíos que tenemos en España a jubilados alemanes, franceses, ingleses y japoneses. Y a nivel mundial, si fuésemos capaz de poner 100 euros en el bolsillo de cada familia de los países del tercer mundo para que pudieran importar la producción de los países desarrollados. Los comerciales de nuestras empresas buscan clientes como locos. Nuestro problema no es producir si no vender nuestra producción. Si no somos capaces de hacer todo esto es por la crisis de valores, la corrupción y por el tema que nos ocupa, que “obnubila” las mentes de los que nos gobiernan y las nuestras también por las omisiones en que incurrimos. La economía en sí es simple, son reglas de tres. Si es compleja es porque la hacemos compleja o la hacen compleja cuando la convierten en un campo de intereses cruzados o de minas. Pero si damos un paso firme a favor de la vida “descubriremos otras opciones anteriormente desconocidas”.

Siguiendo el hilo conductor de la magistral película Lincoln de Steven Spielberg publicamos una primera parte en Julio haciendo referencia a las declaraciones de Alberto Ruiz Gallardón que comparaban la reforma del aborto con la abolición de la esclavitud, afirmando que no hay nada más progresista que defender al concebido no nacido. En la segunda parte, apoyándonos en relatos de la película, dimos forma al texto de lo que sería la enmienda que aboliría la esclavitud en la Constitución Española y resumimos los principios inspiradores que tendría que tener la Ley Orgánica que la desarrollase. Posteriormente hemos valorado las declaraciones del Ministro de Justicia del día 3 de septiembre y su calendario de reforma establecido para octubre como un punto de inflexión muy importante, pero lejos todavía de nuestro objetivo.  Ahora es el momento de hablar del día después de un aborto y conocer sus secuelas.  

“-G.- A juzgar por la apariencia diría que tiene 10 años más que hace un año. -A.L. Cierta fatiga ha calado bien en mis huesos. Nunca había visto nada parecido a lo que he visto hoy. Nunca había visto nada igual. -G- Usted siempre supo que esto iba a ser visceral y desagradable. Necesitaría verlo de cerca si decidió venir hasta aquí.”

Shoji Tetishi, un médico pediatra que dirige una pequeña clínica en Kioto, nos cuenta en el libro Los Cerezos en Flor que “existe una hipocresía social, bastante extendida, que lleva a silenciar las consecuencias del aborto en las mujeres, y a no querer ver esa realidad, escuchando únicamente las explicaciones “políticamente correctas”. Es “una historia jamás contada” de angustia y de sufrimiento interior, que desgraciadamente los pediatras conocemos bien y que representan plásticamente las estatuillas de los niños de las aguas que se encuentran en diversos templos budistas de Japón”… El síndrome post-aborto, que llena a la mujer de culpabilidad y vergüenza, no es “el fruto de la educación católica occidental”, como pretenden algunos… Todos los hombres –todos, sin excepción- llevamos impreso en nuestra conciencia el precepto: “no matarás”.

Nuestra legislación se ocupa solo de proteger el cuerpo de la madre y hay mujeres que abortan porque se encuentran en un estado de gran turbación y acaban creyéndose las falsedades que le dicen algunos colegas: “no se preocupe; le voy a quitar un simple bulto, un pequeño amasijo de carne y en pocos días se habrá olvidado de todo”. Y algunas de ellas, sin nadie que las oriente y las ayude, toman esta tristísima decisión, en contra de su hijo y de sí mismas.

Cerca de mí clínica, en la ladera de una montaña, hay un templo budista, en el que hay una especie de jardín donde se venera a una diosa rodeada de cientos de imágenes pequeñitas. Estas estatuillas representan a “los niños de las aguas”; es decir, los niños que fueron arrancados violentamente del seno materno por medio de aborto.  Según las creencias budistas, estos niños vagan desorientados junto a las orillas del río que separa la tierra de los vivos de la de los muertos, esperando a que alguien les ayude a atravesarlo.

Acuden al templo muchas mujeres jóvenes y mayores, con el deseo de liberarse por medio de la oración del fuerte trauma psíquico y del desgarrón interior que supone haber tomado la decisión de abortar. En la entrada hay un cartel budista que les recuerda que deben pedir perdón y orar por esos niños a los que negaron la posibilidad de vivir…. las mujeres inscriben sus nombres en las estatuillas, las visten con ropas de bebé y les llevan juguetes y dulces para intentar aliviar sus sufrimientos.

A las que acuden a mi consulta intento ayudarlas, como aconseja la Iglesia, poniendo “aceite sobre las heridas”, pero no resulta fácil, porque ignoran que Dios es un padre amoroso que está siempre dispuesto a perdonarlas. No tienen a su alcance el sacramento de la Reconciliación como los católicos, no conocen la Comunión de los Santos por la cual, después de recibir el perdón de Dios, pueden llegar a establecer una relación espiritual con esa criatura que no llegó a nacer.

Podemos acabar proclamando con Lincoln: “que aquí acordemos sin reservas que estos muertos no hayan caído en vano, que esta nación bajo el amparo de Dios, tenga un nuevo despertar en libertad”.

Publicado en El Mundo Cantabria el 7 de octubre de 2013

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