lunes, 1 de septiembre de 2014

REDUCIR LAS COTIZACIONES SOCIALES



"Enrique Fuentes Quintana en su Manual de Hacienda Pública del año 1993 mencionaba que entre las distintas teorías y principios impositivos sobre los que podía estructurarse la fiscalidad de un Estado, los dos impuestos que mejor se amoldan al principio de equidad impositiva son el impuesto sobre el IVA y el impuesto sobre el patrimonio."
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Claro y acertado ha estado Mario Draghi en su discurso en la reunión de banqueros centrales en Jackson Hole el pasado 22 de agosto. Para combatir el desempleo, llega un punto en que la política monetaria poco más puede hacer, y ha de pasar el testigo a los gobiernos nacionales y a la Unión Europea, que han de proseguir con políticas fiscales y reformas estructurales. Sobre las rigideces laborales de España, admite que en parte han sido eliminadas, pero todavía queda recorrido. Draghi se aventuró a decir para España que “Sería posible una menor carga fiscal sin que tenga efectos presupuestarios y la fórmula para lograrlo es reducir las cotizaciones sociales y los impuestos directos a cambio de una subida del IVA y otros tributos especiales. En estas palabras está la receta que España tiene todavía que aplicar juntamente con las reformas estructurales que racionalicen la administración pública y autonómica, y la concesión de subvenciones.

El 26 de Julio de 2012 Draghi afirmó que "Bajo nuestro mandato el BCE hará todo lo que esté en su mano por proteger al euro. Y créanme, será suficiente (…) ningún país saldrá de la zona euro. Si la prima soberana daña el funcionamiento de los canales de transmisión de la política monetaria, entonces entra en nuestro mandato", Fueron palabras mágicas que des-tensionaron los mercados financieros e hicieron caer aceleradamente la prima de riesgo y subir el Ibex 35. Aquellas palabras de Draghi incidieron de lleno sobre las negras expectativas que había creado la mala configuración del BCE que tiene como único objetivo controlar la inflación, a diferencia de la Reserva Federal de EEUU que además tiene como objetivo el crecimiento económico. Posteriormente Draghi supo encontrar la forma de hacerlas realidad e inyectar liquidez en el sistema mediante los programas OMT (Outright Monetary Transactions) que compraban deuda de los estados en los mercados secundarios comprometiéndose a la vez a “esterilizarlos” para que no incidieran en la inflación, precedido de una solicitud formal de los estados al fondo de rescate de la zona euro. Como era de esperar el Presidente del Bundesbank, Jens Weidmann se opuso e interpuso una demanda ante el tribunal Constitucional Alemán que fue desestimada el pasado mes de febrero. El programa de OMT nunca ha sido activado y solamente con su anunció fue suficiente porque supuso hacer ver que se había encontrado la forma de romper la “rigidez germánica” que aprisiona al BCE con un único objetivo.  En Junio pasado Draghi anunció medidas similares para este otoño en las que se inyectará 400.000 millones de euros en la economía con determinadas condiciones.

Reactivar la economía y reducir la tasa de desempleo guarda un cierto paralelismo con encender un buen fuego en una buena chimenea. Si no tienes experiencia y los medios adecuados, es posible que termines combatiendo el frio con un buen jersey de lana gorda. La inyección de liquidez en el sistema es como las ramas y hojarasca; levantan la llama y el humo, y suben la temperatura, pero al cabo de unos minutos se han consumido; y los gruesos troncos de roble y encina apenas han quedado tiznados y ennegrecidos, con pocas brasas y lejos de querer arder. Si lo intentas con “alcohol de quemar”, te lo pasarás en grande pero no está claro que lo consigas y corres el riesgo de hacer algún destrozo. El papel y hojas de revista pueden ser útiles puntualmente, pero la ceniza que dejan se deposita sobre los troncos y ahoga las pocas brasas conseguidas. Hay que trocear algún tronco, y si se puede hacer astillas; colocarlos adecuadamente, como la experiencia indica, para que el fuego prenda, y la chimenea tire y continúe ardiendo sola. El uso del fuelle y la oxigenación de las llamas es clave en todo el proceso. Después se trata de ir añadiendo algún tronco de vez en cuando y vigilar que el fuego no decaiga.

La política monetaria ha de ir combinada con una política fiscal adecuada y las reformas estructurales necesarias. Un exceso de liquidez puede incitar al gasto suntuoso, alimentar los desequilibrios presupuestarios y generar un aumento de deuda que después habrá que devolver. El exceso de liquidez genera burbujas y las burbujas tienen muchas modalidades; no solamente la inmobiliaria, de la que ya conocemos sus efectos nocivos.

Enrique Fuentes Quintana en su Manual de Hacienda Pública del año 1993 mencionaba que entre las distintas teorías y principios impositivos sobre los que podía estructurarse la fiscalidad de un Estado, los dos impuestos que mejor se amoldan al principio de equidad impositiva son el impuesto sobre el IVA y el impuesto sobre el patrimonio. El impuesto sobre el IVA porque grava el consumo y el Impuesto sobre el patrimonio por que grava el “consumo” de los bienes de inversión, es decir su uso.

Según este enfoque, lo que se trata de gravar no es la renta cuando es obtenida como hace el IRPF y las cotizaciones sociales, sino la renta cuando es gastada como hace el IVA. Parece de sentido común que haya que gravar el consumo de la renta y no su obtención, precisamente porque gravar la renta obtenida pero que se destina a inversión, a crear riqueza y puestos de trabajo, es contraproducente e ilógico. Se ha objetado que el IVA de los bienes de primera necesidad es injusto con los grupos más desfavorecidos y rompe el principio de equidad, pero la solución es reducir el tipo de estos bienes como se está haciendo. El debate sería qué bienes y qué tipos.

Las recomendaciones de Draghi van en esta línea, cambiar imposición sobre la obtención de la renta (IRPF y cotizaciones sociales) por imposición sobre el consumo (IVA). Un trabajador que cotiza a la seguridad social con un sueldo de 1000 puede acabar percibiendo 850 por las retenciones de IRPF y seguridad social a cargo del trabajador y para la empresa supone un coste de 1300 por el coste de seguridad social a cargo de la empresa. Por cada euro que la empresa paga al trabajador, paga a la vez 53 céntimos a las distintas administraciones. Esto es una penalización brutal a la contratación, y a la creación de puestos de trabajo. Estas cifras han sido modificadas en parte en la última reforma laboral, pero las cotizaciones sociales de la contratación siguen siendo todavía una “losa” para la pequeña empresa.
 

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