Se rescató a la banca con menos dinero del que nos
ofrecieron, pero no se entendió que había que proteger la vivienda familiar
cumpliendo un mandato constitucional.
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En la primera parte hemos considerado los “aires de bonanza”
que se viven en estos momentos en cuanto a liquidez financiera y expectativas
de crecimiento económico. Hemos recordado cómo la mala configuración del euro y
las políticas de bajos tipos de interés del BCE propiciaron el caldo de cultivo
necesario para la generación de la burbuja inmobiliaria; y las escasas
posibilidades que tenía el particular de prever lo que podía pasar. Hemos
detallado lo que se ha hecho y lo que no se ha hecho a través de la ley 1/2013,
de 14 de mayo, de desahucios, comentando que no se incorporó la dación de pago
que era demandada por la ILP y diversos organismos. Tampoco se está haciendo
nada en la reforma fiscal que se está elaborando, salvo una mención de cara a
la galería, que dudo que tenga efectos en la práctica y que comentaremos más
adelante.
La dación de pago generalizada y retroactiva se descartó por
el gobierno por considerar “que incrementaría la morosidad, tal y como
ocurrió en Irlanda -donde pasó del 3% al 30%-, y pondría en riesgo el conjunto
del sistema financiero,(…) se insistió en que hay que tener presente que
"es de justicia devolver los préstamos" y se consideró fundamental
que la normativa no incentive al deudor cumplidor, que en España son más del
90% de las familias con hipoteca, a cuestionarse por qué paga”. Puestos a
hablar de justicia también lo era haber evitado políticas que generasen
burbujas financieras en bienes de primera necesidad como la vivienda, y haber
controlado los precios de la vivienda en previsión de males mayores. Se rescató
a la banca con menos dinero del que nos ofrecieron, pero no se entendió que
había que proteger la vivienda familiar cumpliendo un mandato constitucional.
Podemos hacer unos números sencillos que visualicen si es
acertada o no la argumentación del gobierno. Sería el caso de una vivienda que
en los momentos de bonanza se compró por 100 pagando 20 en efectivo y
solicitando una hipoteca de 80. En el momento actual el valor de mercado es de
60 y de la hipoteca quedan 75 por pagar. El propietario está en paro y no puede
pagar por lo que si se le admitiera la dación en pago para cancelar toda la
deuda sus cuentas serían las siguientes: habrá perdido 25 (veinte pagados en la
compraventa y cinco por cuotas pagadas de la hipoteca) y el banco habrá perdido
15 (setenta y cinco de la hipoteca menos sesenta del valor de mercado de la
vivienda que recibe).
Pero si el particular encuentra un trabajo en ese momento y
otro banco le concede una hipoteca, y vuelve a comprar en el mercado la misma
vivienda a un precio de 60, habrá reducido su deuda en 15 y a cambio tiene la
misma vivienda que hace unos años valía 100 y ahora vale 60. Como contrapartida,
la pérdida del banco por 15 se mantiene. Esta reducción de deuda es la que
puede generar que aumente la morosidad y explica la argumentación del gobierno.
El efecto final es que la pérdida de valor de los inmuebles por el pinchazo de
la burbuja se traslada en su totalidad a la Banca, que tendría que ser
rescatada por el BCE. ¿Pero acaso el BCE y la banca no son los responsables de
la burbuja inmobiliaria? ¿No tienen ellos las herramientas para restituir la
liquidez perdida al sistema financiero? ¿No habríamos evitado el
empobrecimiento de la población y el “efecto domino” sobre toda la
economía por la caída del consumo? ¿No hubiera sido esto lo más justo?
En cualquier caso, la “cruda” realidad para el particular es
que ahora no tiene capacidad laboral ni económica para comprar esa vivienda de
60 por lo que se queda sin hipoteca y sin vivienda; por lo que la primera
conclusión es la válida, el particular ha perdido 25 y el banco ha perdido 15;
y llegará un especulador que comprará una vivienda por 60, que a medio o largo
plazo volverá a valer 100. Si además no se admite la dación en pago la
conclusión es que el banco jurídicamente podrá cobrar el importe que ha perdido
de 15 al particular, por lo que todo el peso de pérdida de valor por 40 por la
burbuja inmobiliaria habrá caído sobre el particular y seguirá siendo un
especulador quien comprará una vivienda por 60 que con el paso de los años
valdrá otra vez 100. Los números se agravarían para el banco si en vez de
conceder inicialmente una hipoteca de 80 hubiese concedido una de 90, 100 ó 110
que también ha ocurrido.
Como ha dicho algún político el resultado final ha sido que
tenemos mucha gente sin vivienda y muchas viviendas sin gente. Y añado yo que
necesitamos políticos y gobernantes más audaces, con esa clarividencia mental
que da la preocupación por el bien común.
La Banca se ha convertido en la gran Inmobiliaria de España.
Durante 2013 se han adjudicado 50.000 viviendas de particulares, un 11% más que
durante el 2012 según fuentes del Banco de España. Cuando alguien
solicita un préstamo hipotecario para la compra de una vivienda se lo conceden
a cambio de que compre alguna de su stock de viviendas. La Sareb por su parte
tiene una cartera de 50.000 millones de euros en viviendas. Cuando se termine
de estabilizar el precio de la vivienda, cosa que parece que ya está
ocurriendo, los inversores extranjeros empezarán a movilizarse; ya lo están
haciendo. La Sareb y la Banca obtendrán jugosos beneficios procedentes de su
cartera inmobiliaria.
Hay que hacer la mención honrosa del Banco de Sabadell para
quien se afirma que es el único Banco que no desahucia y la única entidad que
ofrece siempre la alternativa de un alquiler social según fuentes de la PAH.
Inicialmente seleccionó bien su cartera de hipotecas y posteriormente valoró
soluciones caso por caso con un programa de alertas, alargando el plazo de la
hipoteca para rebajar la cuota, ofreciendo una carencia de capital o
excepcionalmente una segunda hipoteca. En último término, si la vivienda pasa a
ser propiedad del Sabadell, a los afectados se les ofrece un alquiler social.
Este ejemplo parece que también empieza a ser seguido por otros bancos.
Ahora se trata de resolver tanto el problema de los
desahucios, como el de los ya desahuciados. El gobierno de España debería hacer
un estudio pormenorizado, caso por caso, de los resultados obtenidos por la ley
1/2013, de 14 de mayo y ver en qué medida se están alcanzando los objetivos
propuestos y en qué medida se están corrigiendo los efectos de las políticas nefastas
que llevaron a una burbuja inmobiliaria sin precedentes. Debería replantearse
de nuevo la dación de pago generalizada y retroactiva.
En la reforma fiscal, la única mención es la de declarar
exenta la plusvalía en la dación de pago cuando el valor total de la deuda
pendiente que se cancela supera el valor de adquisición de la vivienda. Esto no
es lo habitual. Sólo puede ocurrir en aquellos casos en que el Banco concedió
una hipoteca de 120 para una vivienda de 100. Son casos dónde hay una
negligencia flagrante del Banco, y son la excepción. Es una reforma de cara a
la galería y nada más.
Sobre este mismo tema, es más interesante que Montoro
resuelva el caso de las plusvalías municipales que se están pagando en ventas
de inmuebles con pérdidas dónde algunos ayuntamientos han hecho sus
cálculos en base a valores catastrales y se han sacado una plusvalía de la
“chistera”.
Nos encontramos en el contexto
financiero económico y financiero idóneo para que Rajoy encuentre la
forma de financiar actuaciones que permitan “reparar” injusticias creadas por
la burbuja inmobiliaria y los desahucios; y evite que las viviendas vacías
acaben en manos de especuladores. Esta es la única forma de evitar que
situaciones injustas sirvan de bandera para partidos y grupos radicales que buscan obtener en la
calle lo que no consiguen en las urnas.
Una actuación decidida y eficaz en este campo le permitirá
también al gobierno cumplir otros temas pendientes de su programa
electoral como el Anteproyecto de Ley Orgánica para la protección de la vida del concebido y de los
derechos de la mujer embarazada, que tienen detrás injusticias mucho más
graves, grupos económicos muy activos y una sociedad que parece anestesiada a
la hora de entender.