martes, 7 de abril de 2015

IGUALDAD, RESPETO Y VIOLENCIA






"Hay que añadir también que “primero hay que dejarles nacer” y que hay un gran olvidado que es el padre. Con frecuencia nos olvidamos de él cuando se trata de hablar del cariño de los hijos y sin embargo los niños necesitan de su padre como agua de mayo."

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La celebración del Día Mundial del Síndrome de Down con la campaña “La Vida no va de cromosomas” ha sensibilizado a la sociedad con los niños con síndrome de Down y les ha acercado a su manera de ser, pensar y sentir. El video elaborado empieza diciendo “queríamos saber cómo se ven las madres de hijos con Síndrome de Down a sí mismas” y finaliza mostrando como ven los niños con Síndrome de Down a sus madres. Hay que añadir también que “primero hay que dejarles nacer” y que hay un gran olvidado que es el padre. Con frecuencia nos olvidamos de él cuando se trata de hablar del cariño de los hijos y sin embargo los niños necesitan de su padre como agua de mayo. Se ha hablado también de la Igualdad entre el hombre y la mujer, de la conciliación de la Vida laboral y familiar y la presencia de la mujer en la sociedad, con motivo del Día Internacional de la mujer. Y recientemente la Macro-encuesta de 2015 nos muestra que la violencia de género –antes llamada doméstica- aumenta en España sin que se acierte con las claves para atajar el problema.

En el largo camino hacia la igualdad y el respeto hay de profundizar en el análisis si queremos que haya avances positivos en la sociedad, y se ha de abordar ya desde la edad escolar.

Es una mujer, precisamente la que pone el “dardo en la diana”. María Calvo Charro en su libro “Educando para la Igualdad” establece objetivos claros de igualdad definiéndolos como: “Niños y niñas, hombres y mujeres, son iguales en derechos y deberes, humanidad y dignidad, sin que haya diferencias significativas en el coeficiente intelectual, precisando que con la educación se trata de conseguir “una sociedad más justa en la que los muchachos se involucren a fondo en las labores domésticas y responsabilidades familiares, sin menoscabar por ello su masculinidad; y en la que las niñas sean capaces de convertirse en las líderes profesionales, políticas y sociales del mañana, sin renunciar por ello a su esencia femenina, especialmente a la maternidad, favoreciendo así la labor humanizadora de la sociedad como solo ellas, con su peculiar forma de sentir y vivir, pueden hacerlo”; y advirtiendo de los problemas que plantea la pretendida neutralidad sexual en cuanto al aumento del fracaso sexual y el número de problemas psicológicos en niños y niñas. De todo ello se deduce la importancia de que la educación se realice sobre un conocimiento previo de las diferencias sexuales.

Comprender y aceptar la existencia de estas diferencias biológicas entre sexos nos permite aceptar asimismo la existencia de diferentes formas de comportarse y aprender en niños y niñas, de acuerdo con sus características psicológicas somáticas y personales. Ignorarlas puede traer graves consecuencias en nuestras relaciones con el sexo opuesto: conflictos, incomprensiones, frustraciones, separaciones. Esta realidad se radicaliza cuando nos referimos a niños y niñas, pues no tienen aún configurada su personalidad definitiva, y entre los 6 y los 17 años sus cerebros experimentan los cambios más profundos, que afectarán a su vida en la madurez. Estas diferencias provocan asimismo que tengan una forma distinta de aprender. Como señala el profesor Rubia, las estrategias para conseguir un rendimiento parecido difieren en varones y mujeres. Los métodos docentes o técnicas pedagógicas válidas para los varones pueden provocar efectos negativos en las niñas. Y viceversa los sistemas que tienen éxito con las niñas pueden provocar un desastre pedagógico con los chicos.

Pero no sólo se trata de diferencias biológicas sino que también se ha demostrado científicamente que la velocidad en la maduración, cerebral y física, de niños y niñas es distinta. Las diferencias cerebrales que se dan desde el seno materno determinan que ellas maduren antes biológica y psicológicamente. Niños y niñas tienen tiempos de desarrollo diferentes. Las hormonas que irrumpen desde la pubertad desempeñan un importante papel en estos procesos, ya que afectan a la función cerebral de una forma muy distinta, y explican en parte por qué chicos y chicas se desarrollan a un ritmo distinto. Esta diferente velocidad en la maduración de niños y niñas provoca a su vez diferencias palpables en el rendimiento académico de unos y otras. Sólo siendo conscientes de estas diferencias se les puede dar un tratamiento justo y adecuado, permitiendo su aprovechamiento para conseguir una auténtica igualdad de oportunidades.

Maria Calvo basa sus conclusiones, entre otros, en trabajos del psiquiatra Jay Giedd, del Instituto Nacional de Salud de Washington; investigaciones de científicos del Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano, en Estados Unidos con 329 niños; investigaciones de los neurocientíficos Reuwen y Anat Achiron; estudios paralelos en Escocia realizados con una muestra de 3200 niños y niñas por un profesor de la Universidad de Glasgow; estudios realizados con más de 150.000 norteamericanos de edades comprendidas entre los 13 y los 20 años; estudios sobre los hábitos de lectura de los niños americanos por la Scholastic’s 2008 Kids and Family Reading Report; estudios realizados en la escuela de primaria Brighton’s French Road o en el Instituto Wilson Foundation. Con apoyo en estos trabajos afirma queel desarrollo cognitivo del varón es más lento en ciertos tramos de edad en relación, sobre todo con las habilidades lingüísticas; las niñas están biológicamente dotadas de una inmensa capacidad para la expresión emocional. Este hecho tiene una enorme trascendencia en las etapas escolares infantil y primaria, sin embargo nuestro sistema escolar no lo tiene en cuenta y la mayoría de los profesores no son conscientes de estas diferencias naturales, lo que provoca que muchos chicos queden retrasados respecto a las chicas, sufran frustración, desánimo, pierdan la motivación y se les obligue a repetir curso en mucha mayor medida que sus compañeras.

En la pubertad, la precocidad femenina se manifiesta en un desarrollo físico y psíquico con una ventaja de hasta dos años. Esto puede provocar conflictos en las aulas, pues los chicos se sienten despreciados por las niñas, que los consideran unos “críos” y en muchas ocasiones se ríen del infantilismo de sus razonamientos, comportamiento y reacciones. La maduración más lenta en el caso de los varones, lleva a no pocos chicos a posicionar su rol a través de actitudes sexistas, de violencia machista, que dificulta la convivencia en la escuela y en la sociedad. Los chicos tímidos tampoco salen ganando, pues reaccionan normalmente retrayéndose y encerrándose en sí mismos, aislándose en sus relaciones con las chicas.

Y sin embargo los chicos tienen una mayor habilidad espacial y en la pubertad por lo general, comienzan a aventajar a las niñas en geometría, dibujo técnico y otras tareas espaciales. Los chicos tienen mayor facilidad para el pensamiento lógico-matemático y el razonamiento abstracto. Esto ayuda a explicar que los chicos tiendan más a carreras técnicas como la arquitectura o la ingeniería. Los chicos son deductivos, parten de una regla general y llegan a conclusiones. Las chicas son inductivas, recopilan detalles y llegan a reglas generales. Los chicos se apoyan más en datos objetivos, las chicas en datos subjetivos y personales, en vivencias.

Llegados a este punto la pregunta es ¿cómo se puede potenciar con la educación las habilidades positivas propias de cada sexo y encauzar aquellas diferencias que podrían dificultar el equilibrado desarrollo de la personalidad y la igualdad de oportunidades en la sociedad? Y en la respuesta parece que la educación diferenciada tiene mucho que aportar. Respuesta que abordaremos en la próxima ocasión
 

 

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