"Por desgracia un matrimonio con tres hijos tiene menos capacidad decisoria que un “piso república” compartido por tres estudiantes universitarios. Sin embargo la aportación a la sociedad de esta familia de tres hijos es mucho mayor, y en todo lo que ocurra en la sociedad sufrirán también las consecuencias en mayor medida"
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“Aunque me
repugna la esclavitud, comparezco en este triste y solemne día para anunciar
que me opongo a la enmienda. Tengamos en cuenta ¿qué pasará con la población de
color si esos cuatro millones, en cuestión de un instante, son libres? (…) Nos
veremos obligados a conceder el voto a la raza negra, porque sería inhumano no
hacerlo. ¿Quién de los presentes está preparado para dar el voto a los negros?
A continuación ¿qué propondremos? ¿El sufragio universal tal vez? ¿El voto para
la mujer?” Estas palabras de la película Lincoln, que serían
pronunciadas en los EEUU a comienzos de 1865, debieron causar estupor en la
opinión pública. El voto de la mujer era impensable todavía. Bastaba con que
votara el cabeza de familia.
De la misma forma, hoy, puede
causar estupor oír hablar del voto de los menores de edad, pero si razonamos de
forma lógica vemos claramente lo injusto que es que los menores de edad no
tengan ningún reconocimiento a la hora de votar. Lógicamente este
reconocimiento ha de ser bajo la representación de sus padres, mediante algún
mecanismo de reparto entre los dos cónyuges.
El artículo 29 del Código Civil
dice “El nacimiento determina la
personalidad; pero el concebido se tiene por nacido para todos los efectos que
le sean favorables, siempre que nazca con las condiciones que expresa el
artículo siguiente.” A su vez el artículo siguiente, el 30, dice “La
personalidad se adquiere en el momento del nacimiento con vida, una vez
producido el entero desprendimiento del seno materno”. La personalidad se debería reconocer desde el momento en que la
ciencia –ADN- permite acreditar que hay una persona distinta del padre y de la
madre, pero esa conquista es tema para otro debate. Para el tema que nos ocupa,
esta personalidad que se reconoce en el momento de nacer, es acreedora del
derecho al voto, con mecanismos jurídicos para ejercitarla similares a los que
se establecen para la representación y la patria potestad.
Por desgracia un matrimonio con
tres hijos tiene menos capacidad decisoria que un “piso república” compartido
por tres estudiantes universitarios. Sin embargo la aportación a la sociedad de
esta familia de tres hijos es mucho mayor, y en todo lo que ocurra en la
sociedad sufrirán también las consecuencias en mayor medida.
El voto de los menores de edad permite
que en las decisiones políticas, la familia tenga el peso que le corresponde, y
nos lleva a una sociedad más moderada. Sin embargo ahora nos encontramos en una
situación de hecho que no es representativa de la sociedad, y se produce una discriminación
a favor de aquellos que no tienen cargas familiares y que son más propensos a
políticas y medidas de gobierno más arriesgadas, menos sensatas y que
desprotegen a los más débiles.
Muchas cosas hay que mejorar en
esta democracia nuestra, y la prensa e instituciones de todo tipo han hecho
listas largas y variadas que no hay que perder de vista, pero algunas medidas
como esta, permiten dar pasos de gigante en pro de una sociedad mejor y más
justa.
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