"Me pregunto si no son hilos que se mueven, desde estancias externas, para iniciar el proceso de “desalojo” de determinadas personas. O sea, lo que en alguna ocasión se ha llamado diezmar las “legiones malditas” del Partido Popular"
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La decisión del juez de la
Audiencia Nacional, Eloy Velasco de imputar a Lucía Figar y Salvador Victoria
citándoles a declarar el día 26, es una decisión con repercusiones políticas directas,
inmediatas y claras. Repercusiones políticas que se producen como consecuencia
de la acción de imputar, sin que haya ninguna ley que lo impida; aprovechando
un vacío legal. Es además una imputación de la que el contenido que se conoce
es “inmaterial”. Aparentemente Imputar por imputar.
Ahora no tiene competencias sobre
ellos, porque están aforados, bajo la jurisdicción del Tribunal Supremo. El día
26 las tendrá, pero para ello tiene que hacerles caer. Y nada mejor para
que caigan que “disparar” ya. Una imputación con efectos retardados, una
especie de “pre-imputación”. Imputar hoy para que comparezcan el día 26.
¿Qué se busca con esta astuta
jugada? ¿Que el partido popular no forme gobierno en Madrid? ¿Cobrarse dos
“sabrosas” piezas? Probablemente ambas cosas a la vez. Me pregunto
si no son hilos que se mueven, desde estancias externas, para iniciar el
proceso de “desalojo” de determinadas personas. O sea, lo que en alguna ocasión
se ha llamado diezmar las “legiones malditas” del Partido Popular.
Si no caen por su propia
voluntad, caerán porque Albert Rivera ha hecho promesas precipitadas de no
apoyar ninguna candidatura donde haya imputados y ahora se ve obligado a
cumplirlas. Susana Diaz y Pedro Sánchez también hicieron promesas similares,
pero luego con “bochorno” salieron del atolladero con un “donde dije digo, digo
Diego” o “de lo que dije no me acuerdo”. Es preferible un “bochorno” a tiempo a
dar a los jueces la facultad de decidir arbitrariamente quiénes son o quienes
van a ser los candidatos de una lista electoral.
Tan sucio es que un político meta
la mano en la caja como que un juez haga estas filigranas con repercusiones
políticas directas, claras y palpables.
Baltasar Garzón inició la senda
de los jueces estrella. El Juez Castro sigue con ahínco la posibilidad de
cobrarse una pieza real y Eloy Velasco ha visto en esta imputación su gran
jugada maestra. Su momento de gloria.
EL editorial de El Mundo del
día 5 pasado recordaba acertadamente una afirmación de Napoleón de que la mejor
forma de cumplir con las promesas es no darlas jamás. Y esta es una lección que
debe aprender Albert Rivera. Lo cómodo y lo fácil es tener un recetario en el
que ampararse cuando hay que tomar decisiones difíciles e impopulares. Aplicar
el recetario y escudarnos en él ante la opinión pública y que caiga quien
caiga, tanto culpables como inocentes. Lo que hay que hacer y lo que tiene
mérito es decidir en cada momento en función del caso en cuestión y en pro de
la justicia y la equidad y no comprometer decisiones futuras con afirmaciones
imprudentes del pasado.
Albert Ribera debería deshacer la
jugada maestra de este cazador de la Audiencia Nacional, de lo contrario se
asemejará a la promesa de aquel político que dijo: “Aprobaré todo lo que salga
del Parlament de Cataluña” o de aquel rey de la antigüedad que, tanto disfrutó
con la danza de una joven, que le dijo delante de sus invitados: “Aquello que
me pidas te concederé aunque sea la mitad de mi reino” Y esta, después de
consultar con su madre, le pidió “la cabeza de un preso en una bandeja”. Y
aunque el tal rey tenía aprecio por el preso, por temor al bochorno ante sus
invitados, le cortó la cabeza sobre la marcha. Un rey de decisiones rápidas. El
día 24 celebraremos la festividad de este ejecutado.
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