AMS y SÍNDROME DE DOWN. ¿TRASTORNOS PSICOLÓGICOS o GENÉTICOS?
Es tan evidente que el hombre y la mujer se complementan que a
algunos les puede parecer que no necesita demostración. Y así es. En
circunstancias normales es una evidencia que no necesita demostración, porque
lo evidente está hecho para ser mostrado y no para ser demostrado. Pero cuando se niega la evidencia no queda
más remedio que demostrar lo evidente.
Toda la argumentación con la que bombardea la Ideología de Género es una argumentación
coherente y razonada. Pero son razonadas sin razones porque parte de
premisas falsas. Muchas veces, para desmontarlas, deberemos acudir, además de
al sentido común, a la lógica de los silogismos. Aquellas reglas, que algunos
estudiamos en el bachillerato, y que permiten detectar cuándo las conclusiones
de un razonamiento son verdaderas o falsas en función de las premisas con las
que se ha construido. Otras veces corremos el riesgo de “tragarnos” sus
argumentos.
Se suele decir que una
falsedad repetida mil veces se acepta como una verdad. Y en un contexto de
relativismo, con esta consigna se convierte a los ciudadanos en “mules”. “Mules”
son esos peces que hay en la desembocadura de los ríos, -en concreto en el río
Pas en Cantabria-, que se alimentan de la porquería que trae la corriente,
mucha de ella procedente de las cloacas. Los lugareños afirman que hay que
practicar pesca sin muerte, y que si pretendes cocinarlos lo has de hacer con vinagre
para quitarles el extraño sabor amargo que tienen. Como los “mules”, a fuerza
de “tragar”, nos acostumbramos al aborto como derecho y a la ideología de
género como otra forma de ser. Pero la naturaleza es la que es y no admite
engaños, y el resultado final no son mayores cuotas de bienestar y felicidad
sino mayores cuotas de Orfidal.
Si la pregunta clave en el problema del aborto es ¿cuándo
empieza la vida humana? en el problema de la Ideología de Género la pregunta clave es si ¿es un trastorno la AMS? (atracción
por el mismo sexo) Y si lo es, ¿es un
trastorno físico, psíquico o genético?
El síndrome de Down (SD) es un trastorno genético causado por la presencia de una copia extra del cromosoma 21 (o una parte del mismo), en vez de los dos habituales, por
ello se denomina también trisomía del par 21. Se caracteriza por la presencia de un grado
variable de discapacidad
cognitiva y unos rasgos físicos peculiares que le dan un aspecto
reconocible.
Así define Wikipedia la enfermedad conocida como síndrome de
Down. Una enfermedad localizada en los cromosomas y que nadie
duda en definir como trastorno, hasta el punto de que cuando es detectado en el
embarazo, el que la padece, por desgracia, tiene muchas posibilidades de morir
abortado. Alguien podría afirmar que es otra forma de ser, una raza distinta de
las demás, aunque no se transmita necesariamente de padres a hijos; pero nadie
tiene interés en sostener esta afirmación. Siendo un trastorno genético el Down es aceptado como una enfermedad.
Sin embargo con la AMS,
se ha buscado hasta la saciedad el gen “gay” y no se ha encontrado ni rastro.
Tampoco es algo que se transmita necesariamente de padres a hijos y permita
admitirlo de forma análoga a las razas.
“Fue en 1973 cuando,
en medio de una fuerte polémica, la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) decidió
retirarla del catálogo internacional de enfermedades psiquiátricas, el DSM.
Hasta ese momento, la homosexualidad había sido considerada como un
trastorno psíquico. El Centro de Congresos de San Francisco, donde tuvo lugar
la reunión de la APA, fue literalmente tomado por activistas de la comunidad
gay que impidieron el curso normal de las sesiones. Psiquiatras de reconocido
prestigio que se dedicaban al estudio y tratamiento de la homosexualidad vieron
boicoteadas sus intervenciones. El cambio de criterio no estaba tan claro, y de
hecho no obtuvo más que el 58% de los votos. Fue una decisión política tomada
bajo presiones, no la conclusión de un análisis científico”. (aquí).
El interés porque la AMS no se considere un trastorno, y la actitud beligerante hacia las terapias de curación, es de hecho el punto de partida para “cerrar bocas” y emprender una huida hacia adelante. Prueba de ello es que, pese a ser un atentado grave contra el derecho a la libertad -recogido en la constitución-, el art.70.4.c de la Ley LGTBI de 21-07-16 de la CCAA de Madrid diga: “Son infracciones muy graves: c) La promoción y realización de terapias de aversión o conversión con la finalidad de modificar la orientación sexual o identidad de género de una persona. Para la comisión de esta infracción será irrelevante el consentimiento prestado por la persona sometida a tales terapias”. La redacción puede parecer confusa: ¿aversión?, ¿conversión?. El problema que tenían es cómo explicar que las únicas terapias prohibidas son las curativas y todas las demás están permitidas, sin que esto "sonara" a "por cojones". Ante la imposibilidad de cuadrar el círculo, finalmente les ha salido este “churro”, pero no les quepa duda que lo interpretarán según sus intenciones, o sea que las terapias de curación son infracciones muy graves, aunque haya consentimiento del afectado. El principal perjudicado es la persona que padece AMS al que se cierran todas las puertas.
Pero, ¿por qué tanta obstinación en esta huida hacia
adelante? ¿Por qué no hay voluntad de rectificar? La promiscuidad seduce, y a
eso se añaden razones ideológicas promovidas desde determinados ámbitos, unas
veces con la excusa de reducir la supuesta superpoblación mundial y otras con el
soterrado empeño por cambiar el orden moral. “Si Dios no existe todo
está permitido”,
dijo Dostoyevski en los Hermanos Karamazov; y algunos entienden esta frase por
su lado “oscuro”: ¡Eliminemos a Dios y haremos lo que nos dé la gana! Pero ¿a qué
precio? A precio de frustración y sufrimiento. Y con estas razones no se tiene
ningún escrúpulo en utilizar el colectivo gay, al que se financia de diversas
formas con generosas subvenciones.
Y en esta huida hacia adelante, en los momentos actuales
muchos niños mueren abortados y otros, a los que se permite vivir, son
sometidos a experimentos de género. Se les cambia su hábitat natural y se
espera que su psicología no se resienta. Y cuando se resiente se dice que son
otros modos de ser y de comportarse y se olvida que los contravalores producen
frustración y sufrimiento.
Como afirma el psiquiatra Joseph Nicolosi, cuerpo
mente y espíritu deben trabajar juntos en armonía para que el hombre y la mujer
estén a bien consigo mismo y maduren en su potencial como persona.
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