PADRES EN CRISIS
En
otras ocasiones hemos comentado el devenir del Feminismo desde la Equidad hacia
el Género. Hemos apuntado que si bien el Feminismo en sus orígenes era “una batalla por la justicia y la
dignidad de la mujer”, en esta lucha, “la mujer, sin apenas percibirlo,
comenzó a renunciar a su propia feminidad, sin ser consciente del menoscabo que
esto implicaría a largo plazo para su libertad y su pleno desarrollo personal”.
Hemos
visto como el Aborto y la Ideología de Género se entronizaban en el Feminismo
en un supuesto Nuevo Orden Mundial que ya no se expone sino que necesita ser
impuesto por sus connotaciones contra-natura; mientras que surge también un
NEOFEMINISMO liberador para la mujer y también para el hombre, y capaz de
volver las aguas a su cauce.
En
la otra cara de la moneda, el varón no es inmune a toda esta simbiosis de una
sociedad feminizada, sino que padece en mayor medida los efectos del Feminismo
de Género hasta el punto de encontrarse en una verdadera crisis. Hemos hablado
de esta crisis en los artículos CRISIS, WHAT CRISIS?, en THE RISE OF WOMEN Y en
THE END OF MEN.
Ahora
vamos a ver cómo esta crisis afecta a la función de paternidad y más adelante
veremos cómo, en consecuencia, los hijos son los grandes perjudicados.
Recurrimos
de nuevo a María Calvo Charro, que en el Capítulo “Padres en Crisis.
La muerte social del padre”
de su libro “Alteridad
Sexual. Razones Frente a la Ideología de Género” lo expone con maestría.
PADRES EN CRISIS.
Como señala Anatrella, la revolución del 68 fue en realidad una «revuelta contra el
padre y contra todo lo que él representaba» (Anatrella, 2008). Desde
entonces y hasta ahora la sociedad ha
desprovisto de valor la función del padre, no les tiene en cuenta, su
autoridad ha sido ridiculizada, las mujeres prescinden de ellos de forma
manifiesta, lo que provoca que los hijos les pierdan absolutamente el respeto.
La
actual devaluación de la función paterna, motivada
por el convencimiento social generalizado e impuesto por la ideología de
género de que el padre y la madre son intercambiables, de que no hay
diferencias biológicas entre los sexos y de que las mujeres pueden sacar
adelante a sus hijos en soledad, ha provocado
en los últimos años que muchos niños crezcan
en ausencia absoluta de un modelo paterno, con los devastadores
efectos que tal omisión tiene sobre el equilibrado desarrollo personal, social
y académico de estos niños
National
Center for Fathering
Muchos de los problemas actuales de niños, adolescentes
y jóvenes tienen su origen en una
falta de atención o deficiente implicación
por parte de sus progenitores, en especial del
padre. Varios estudios demuestran que la ausencia del padre, física o simplemente psíquica, puede
tener efectos devastadores sobre
los hijos, incluyendo problemas de salud serios, ya que su sistema
inmunológicos se ve afectado por el estrés que genera tal situación de desamparo,
y ello a pesar de los esfuerzos de las madres en estos casos para
compensar las carencias afectivo-educativas desde el ángulo paterno
Al negar al padre se niega la función de la paternidad. Antes,
en épocas pretéritas, los padres faltaban del hogar por causas de fuerza
mayor (trabajo, guerra...) pero la sociedad creía en la figura paterna.
La cultura, la noción, el espíritu de la función paterna seguía latente
en el hogar y era transmitido a los hijos por las madres a pesar de la ausencia
física del padre. Las mujeres la respetaban y los hijos crecían conscientes
de su importancia, admirando a sus padres, a los que sabían fuera
sacrificándose por su familia. Además las madres asumían, junto a la
función materna, parte de la función del padre ausente, convirtiéndose
de algún modo en bicéfalas, en una labor titánica, compleja y agotadora, a
sabiendas de que ambas funciones, materna y paterna, son imprescindibles para
el correcto y equilibrado desarrollo y madurez de los hijos. El padre ausente físicamente estaba, sin embargo,
presente simbólicamente.
Ahora es distinto, existe una cultura que ha desacreditado la
sensibilidad del padre para educar a sus hijos. Lo que el código masculino consideraba decisivo para el crecimiento de los hijos
se presenta como peligroso o no apto. Asimismo han quedado implícitamente
prohibidas las palabras que caracterizaban la educación paterna: prueba;
renuncia; disciplina; esfuerzo; fortaleza; compromiso; autoridad... En estas circunstancias, muchos padres, incomprendidos y
desplazados, abandonan el hogar
por propia voluntad o las mujeres prescinden absolutamente de ellos y
desprecian su papel. Así, los hijos no pueden respetarlos y a la vez no
quieren llegar a ser como ellos, renunciando a su futura paternidad. Si la paternidad ha sido devaluada, ¿cómo podemos
esperar que nuestros hijos quieran convertirse en padres responsables en un futuro?
La gran pérdida cultural no es del padre en sí mismo, sino de la paternidad como función insustituible y esencial.
Sufrimos actualmente lo que el psicólogo David Gutmann denomina la
«desculturización de la paternidad». Cuyo principal y más patente resultado es la fragmentación de la sociedad en
individuos atomizados, aislados unos de otros, y extraños a las
necesidades y bienestar que demanda la familia, la comunidad, la nación. En una sociedad en la que los ideales de la
emancipación femenina son prioritarios, son los hombres, y muy especialmente
los padres, los que salen perdiendo. Como señaló Alexandre
Mitscherlinch, «cada vez más, los procesos sociales han privado al padre de su
importancia funcional» (Sullerot, 1993).
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