jueves, 3 de noviembre de 2016

THE RISE OF WOMEN



THE RISE OF WOMEN

 Como hemos apuntado en otras ocasiones y más en concreto en la primera parte CRISIS, WHAT CRISIS?, de este artículo CRISIS DEL VARÓN. CRISIS DE PATERNIDAD, si bien el Feminismo en sus orígenes era “una batalla por la justicia y la dignidad de la mujer”, en esta lucha, “la mujer, sin apenas percibirlo, comenzó a renunciar a su propia feminidad, sin ser consciente del menoscabo que esto implicaría a largo plazo para su libertad y su pleno desarrollo personal”.

Hemos visto cómo el Aborto y la Ideología de Género se entronizaban en el Feminismo en un supuesto Nuevo Orden Mundial que ya no se expone sino que necesita ser impuesto por sus connotaciones contra-natura; mientras que simultáneamente surge un NEOFEMINISMO liberador, capaz de volver las aguas a su cauce.

El varón no es inmune a toda esta simbiosis de una sociedad feminizada, sino que padece en mayor medida los efectos del Feminismo de Género hasta el punto de encontrarse en una verdadera crisis ante un avance de la mujer en la sociedad.

Recurrimos de nuevo a María Calvo Charro, que en el Capítulo Crisis del varón, crisis  de paternidad  de su libro Alteridad Sexual. Razones Frente a la Ideología de Género lo expone con maestría.

THE RISE OF WOMEN

Plantear una posible crisis de los varones es algo atípico e incorrecto políticamente en la actualidad. Al fin y al cabo, el mundo sigue dominado principalmente por hombres, aunque esta es una realidad más que cuestionable en los países desarrollados, donde las mujeres están comenzando a ocupar los puestos de liderazgo antes copados por varones. Así lo expone en su libro The End of Men: and the Rise of Women, la periodista Hanna Rosin, donde aporta algunos datos -sobre todo de EE.UU.­ que muestran el ascenso económico de las mujeres frente al estancamiento de los hombres

http://www. theatlantic.com/magazine/archive/2010/07/the-end-of­men/308135/

Desde principios de 2010, ellas ocupan el 51,4% de los puestos profesionales y administrativos del país, mientras que en 1980 ese porcentaje se situaba en el 26%. En 2006, la OCDE, en un estudio en el que se analizó el poder económico y político de las mujeres en 162 países, concluyó que, cuanto mayor era el poder económico y político de las mujeres en un determinado país, mayor era el éxito y desarrollo económico del mismo. En la misma línea, a nivel empresarial, a mayor participación de las mujeres en órganos de decisión, mayores beneficios. Investigadores de la Escuela de negocios de la Universidad de Columbia junto con la Universidad de Maryland analizaron los datos de las 1.500 mejores empresas entre 1992 y 2006, llegando a la conclusión de la estrecha relación entre la eficacia de la empresa, la generación de beneficios y la presencia de mujeres en los altos cargos de dirección (Rosin, 2010).

Echando un vistazo a las Universidades y centros de postgrado pronto nos damos cuenta de que una revolución silenciosa está teniendo lugar. Actualmente casi un 20% más de mujeres que de hombres adquiere un título universitario, requisito imprescindible en la actualidad para acceder a la clase política y lograr estatus social y económico http://www.ine.es/prensa/np712.pdf

 Y demográficamente podemos ver con absoluta claridad que en las décadas próximas estos puestos de relevancia estarán copados por mujeres. Además, el sector público y privado se inclinan por líderes con dotes típicamente femeninas, como: capacidad de resolución pacífica de conflictos, inteligencia emocional, colaboración y empatía, autocontrol, aptitudes verbales... Los puestos de liderazgo comienzan a estar dominados por mujeres, muchas de las cuales no encontrarán un hombre de su nivel para formar una familia.

La ESTADÍSTICA UNIVERSITARIA Curso 2008/2009 indica una Mayor presencia de las mujeres en los estudios universitarios, incluidos los posgrados. Fuente: Eustat.

La realidad es que, por primera vez en la historia de la humanidad, en los países desarrollados, el hombre ha pasado a un segundo plano, cediendo todo el protagonismo a la mujer, cuyas pautas de comportamiento, exigencias, gustos, preferencias y habilidades son consideradas prioritarias e ideales en una sociedad que sospecha de la masculinidad y la presume malvada y nociva para el correcto desarrollo de la persona.

Hasta la segunda década del siglo XX, toda la estructura social y política se regía por estilos masculinos de actuación. Sin embargo, desde entonces y hasta la actualidad la «Cultura femenina», respaldada por las feministas de género, se ha ido imponiendo hasta suprimir y reprimir como intolerable cualquier posible atisbo de expresión de masculinidad. Estas posturas feministas, radicalizadas y dogmáticas, como afirma Sinay, «solo tienen diferencias de forma con el machismo: proponen un dogma basado en la supuesta superioridad de un accidente biológico (el sexo) sobre otro y elaboran desde allí su propio modelo de competencia, intolerancia, descalificación y resentimiento» (Sinay, 2006).

Los hombres son hoy, como hace tiempo adelantó Chesterton, «... una clase incomprendida en el mundo moderno». Mayo del 68 significó para ellos el inicio de una mutación en su propia esencia que ha culminado actualmente con la negación de la alteridad sexual, el repudio a la masculinidad y la exaltación de una feminidad empobrecida, deconstruida y deforme, carente de la dimensión maternal, lo que ha provocado una alteración de las relaciones paterno-filiales, de pareja y familiares

El gran énfasis que durante años se ha puesto en conseguir la emancipación de la mujer ha provocado un fenómeno colateral con el que nadie contaba: un oscurecimiento de lo masculino, cierta indiferencia, cuando no desprecio, hacia los varones y una inevitable relegación de estos a un segundo plano. Una cultura que ya no espera que la mayoría de los hombres sean padres y maridos fiables promueve una visión degradada de la masculinidad, profundamente en desacuerdo con la dignidad humana de los hombres y de las mujeres, y contraria a las necesidades de los niños. Esta situación, si bien puede ser lógica -han sido muchos los siglos de dominación masculina-, no debe ser ignorada o minusvalorada, pues una crisis del varón nos conduce -igual que si se tratase de la mujer­ a una crisis de la sociedad entera.

En el siguiente apartado veremos la otra cara de la moneda:  los efectos en el varón. THE END OF MEN

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