SER PADRE ES COSA
DE HOMBRES
Para situar el
contexto en el que, con este artículo, vamos a hablar de nuevo de la figura
Paterna, recordamos que, si bien el Feminismo en sus orígenes era “una batalla por la justicia y la dignidad de la mujer”,
en esta lucha, “la mujer, sin apenas percibirlo, comenzó a renunciar
a su propia feminidad, sin ser consciente del menoscabo que esto implicaría a
largo plazo para su libertad y su pleno desarrollo personal”.
Hemos visto como el Aborto y la Ideología de Género
se entronizaban en el Feminismo en un supuesto Nuevo Orden Mundial que ya no se
expone sino que necesita ser impuesto por sus connotaciones contra-natura;
mientras que surge también un NEOFEMINISMO liberador para la mujer y también
para el hombre, y capaz de volver las aguas a su cauce.
En la
otra cara de la moneda, el varón no es inmune a toda esta simbiosis de una
sociedad feminizada, sino que padece en mayor medida los efectos del Feminismo
de Género hasta el punto de encontrarse en una verdadera crisis.
En
esta ocasión vamos a insistir de nuevo en la importancia de la función paterna.
“El papel del
padre no puede ser eliminado, ni desvalorizado, ni ignorado, ni tergiversado,
sin consecuencias graves para el hombre que lo ocupa,
para el hijo que lo necesita, para la mujer que lo complementa y, en general,
para la familia y la entera sociedad. Por ello, es necesario y urgente
recodar que ser padre es cosa de hombres”
Y lo hacemos de nuevo de
la mano de María Calvo Charro, que en su libro Alteridad Sexual. Razones frente
a la Ideología de Género, lo describe de forma magistral en el capítulo
SER
PADRE ES COSA DE HOMBRES
UNO
A pesar de la devaluación de la función paterna, debida a la crisis
de identidad que actualmente sufren los varones, las estadísticas muestran
cómo, por regla general, van en aumento las
cifras de hombres que desean implicarse junto a su mujer y que,
además de trabajar fuera de casa, han asumido con responsabilidad y compromiso
la tarea de criar a sus hijos y colaborar en las tareas del hogar
El Informe de la Fundación de la Obra Social de la
Caixa (2010) demuestra que, en casi la mitad de los hogares, los
hombres participan corresponsablemente en estas actividades, ya sea porque lo
hacen de una manera equitativa con su pareja o bien porque toman ellos la
iniciativa. Por ejemplo, un 43% de los padres se distribuyen equitativamente con
la madre la tarea de leer cuentos a sus hijos y un 16% de los padres lo hacen
con carácter preferente. En los hogares donde el progenitor tiene estudios
primarios el grado de corresponsabilidad es menor. Un 29% de padres participa
equitativamente en esta tarea y solo un 8,9% la asume como principalmente
propia
DOS
En la misma línea, un informe reciente de la Oficina del Censo Estadounidense revela que el 32% de
los padres con esposas que trabajan fuera de casa se ocupan ahora de modo
habitual de sus hijos menores de 15 años, mientras que en 2002 esa cifra estaba
en un 26%. A partir de un análisis de la National Survey of Family Growth
(2006-2008) basado en entrevistas a 13.495 adultos estadounidenses, el Pew
Research Center calcula que el 98% de los padres casados que viven con sus
hijos menores de 5 años juegan con ellos varias veces a la semana. Con la misma
frecuencia, el 95% come con ellos o les da de comer; el 89% ayuda a bañarles y
vestirles; el 60% les lee algún cuento. Entre los padres casados que viven con
sus hijos de entre 5 y 18 años, el 93% habla con ellos de sus asuntos varias
veces a la semana; también con esa frecuencia, el 63% ayuda a sus hijos con los
deberes; y el 54% los lleva a actividades lúdicas o deportivas.
TRES
Sin embargo, muchos de ellos, aunque manifiestan
una clara preocupación por el bienestar y por la educación de sus hijos, no saben cómo ejercer correctamente su papel,
muchas veces porque las mujeres les exigen un comportamiento según las
pautas femeninas, lo que les genera frustración, desánimo e incomprensión.
La sospecha que recae sobre sus atributos masculinos les obliga a imitar los
modelos maternales de conducta, sin ser conscientes de la importancia de
mantener su identidad masculino-paternal y su estilo propio de actuación
para el correcto y equilibrado desarrollo de los hijos. Estos varones ignoran qué significa exactamente ser padre, qué
es la función paterna y cómo deben ejercerla, ya que la sociedad les
muestra una imagen borrosa, eclipsada y poco definida de lo que realmente
significa ser padre.
La creencia de que el padre debe ejercer su
función imitando los modelos de conducta femeninos, como si de una
madre-bis se tratara, es absolutamente errónea porque, precisamente al
contrario, el padre debe ser la no-madre.
CUATRO
Ser padre, en sentido estricto,
es un proceso gradual que comienza con
la decisión de tener y hacerse cargo de un niño. La paternidad puede ser
definida como: «... el proceso psicoafectivo por el cual un hombre realiza
una serie de actividades en lo concerniente a concebir, proteger, aprovisionar
y criar a cada uno de los hijos, jugando un importante y único rol en el desarrollo
del mismo, distinto al de la madre» (Oiberman, 1994: p. 21).
Como afirma Sullerot, la paternidad procede de la voluntad y del corazón
(Sullerot, 1993). Padre es aquel que se ocupa del hijo, con el que crece y se
identifica. El padre concede al hijo un
sentimiento de seguridad y de alteridad frente a la madre. La
función paterna es indispensable para que el niño asuma su propia
individualidad, identidad y autonomía psíquica necesaria para realizarse
como sujeto. Todo ello sin olvidar que la perspectiva y la educación
típicamente materna resultan también imprescindibles, ya que le
complementan y equilibran.
CINCO
El hecho de ser padre conlleva un tipo de responsabilidad diferente de la que implica ser un
marido y requiere un compromiso adicional. Este cambio afectará a
las elecciones, el comportamiento y las prioridades del hombre en su vida
cotidiana. Esto lleva tiempo; la paternidad es un papel en el que los
hombres crecen gradualmente. La paternidad es verbo (fathering), no
sustantivo. Ser padre es por encima de todo, en palabras de Benedicto XVI, ser
«Servidor de la vida y del crecimiento» (Benedicto XVI, 2009).
El papel del padre no puede
ser eliminado, ni desvalorizado, ni ignorado, ni tergiversado, sin
consecuencias graves para el hombre que lo ocupa, para el hijo que lo
necesita, para la mujer que lo complementa y, en general, para la familia y la
entera sociedad. Por ello, es necesario y
urgente recodar que ser padre es cosa de hombres.
SEIS
El padre, con su natural
propensión a la firmeza, permite al
hijo adquirir el sentido de los límites, marca las prohibiciones, le
sitúa en el lugar que le corresponde, le impone el orden de filiación frente a
sus pretensiones de omnipotencia y le ayuda a madurar integrándose en el universo
del adulto y así en la realidad, incluso con sus aspectos más duros y
desagradables. La firmeza del padre robustece el carácter moral del hijo
(Tierno, 2011, p. 133).
El
padre es el intermediario entre
el hogar y el mundo, «hace comprender los
mecanismos de la ciudad, el juego de la civilización» (Pons, 1955). El padre es
«el instrumento de la transmisión cultural y de la orientación general que debe permitir que el niño se ajuste a las normas
sociales y que desempeñe papeles sociales fuera de la esfera
familiar» (Parsons, 1955).
SIETE
Como señala Poli, «el
padre introduce al hijo en la
complejidad del mundo social,
en la vida fuera de la familia. Le muestra horizontes más vastos y
estimulantes; le hace partícipe de conversaciones de mayores ... El padre
suscita en los hijos la capacidad de pensar filosóficamente, refiriéndose a
principios universales. El padre ayuda al hijo a estructurar el razonamiento de
manera adulta» (Poli, 2012: pp. 91 y 98).
En ausencia de padre, los jóvenes no encuentran el límite a su psicología que impone la
presencia de la función paterna, que les ayuda a interiorizar el sentido de la
ley y, en consecuencia, como no saben «Cómo pertenecer» , roban, agreden y son
violentos para ocupar, a la manera primitiva, un territorio (Anatrella, 2008,
p. 24). El muchacho sin padre, falto de esas referencias sobre el
tiempo social que el hombre transmite a sus descendientes, y en ausencia de
límites claros, tendrá mayor tendencia que los demás a pasar al acto
impulsivamente y sin remordimientos (Sullerot, 1993, p. 235). La negación de la
función paterna pone en peligro a toda la sociedad.