“Niños y niñas, hombres y mujeres, son iguales en derechos y deberes, humanidad y dignidad, sin que haya diferencias significativas en el coeficiente intelectual, precisando que con la educación se trata de conseguir “una sociedad más justa en la que...."
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Por qué las chicas no quieren ser
ingenieras, planteaba Olga R. Sanmartín en El Mundo el pasado 27 de Julio, a
raíz de los últimos datos del Ministerio de Educación que han mostrado que
mientras en las universidades españolas el 54% son mujeres, por cada ocho
ingenieros hay dos ingenieras. La OCDE observa que a los 15 años las chicas ya
han decidido que no van a ser ingenieras ni informáticas y que no es cierto que
se les den peor las disciplinas técnicas. Se alega que “La falta de referentes
femeninos, los estereotipos o lo poco que se resalta la utilidad social de las
carreras técnicas llevan a esta situación.
Señalaba también Olga R.
Sanmartín que, Juan Julián Merelo, -catedrático de Arquitectura y Tecnología de
Computadores-, promotor desde hace dos veranos del Campus Tecnológico para
Chicas en la Universidad de Granada, recibe numerosas críticas por el
hecho de que el campus sea sólo para mujeres “Nos
dicen que discriminamos, pero ésta es una iniciativa concreta para un colectivo
que lo necesita más que otro. Si el campus fuera mixto, se llenaría de chicos.
Y no lograríamos aumentar la diversidad en las carreras técnicas, que es lo que
pretendemos»
Por su parte Maria Calvo Charro,
en su libro Educando para la Igualdad estudia esta problemática y señala que “Décadas de investigación en neurociencia, en
endocrinología genética, psicología del desarrollo, demuestran que las diferencias entre los sexos, respecto a las
aptitudes, formas de sentir, de trabajar, de reaccionar, no son solo el
resultado de unos roles tradicionalmente atribuidos a hombre y mujeres, o de
unos condicionamientos histórico-culturales, sino que en gran medida vienen
dadas por la naturaleza”.
Las aportaciones del Dr. Hugo
Liaño, Jefe de Neurología de la Clínica Puerta de Hierro; de Lawrence Cahill
doctor en Neurociencia y profesor del Departamento de Neurobiología de la
Universidad de California son concluyentes en demostrar que los cerebros de
hombres y mujeres son diferentes tanto en su arquitectura como en su
actividad sin que estas diferencias impliquen términos de
superioridad-inferioridad. Determinadas regiones del cerebro no participan por
igual, ni del mismo modo, en los procesos cognitivos de ambos sexos. Existe un
dimorfismo sexual cerebral que requiere una respuesta adecuada en el ámbito del
aprendizaje y la educación.
Estas variaciones
estructurales y funcionales básicas de los cerebros constituyen el fundamento
biológico de muchas diferencias cotidianas en el comportamiento y
experiencias vitales de hombres y mujeres.
“También
se ha demostrado científicamente que la velocidad en la maduración, cerebral
y física, de niños y niñas es distinta. Las diferencias cerebrales que se
dan desde el seno materno determinan que ellas maduren antes biológica y
psicológicamente. Esta diferente velocidad en la maduración de niños y niñas provoca
a su vez diferencias palpables en el rendimiento académico de unos y otras.
Sólo siendo conscientes de estas diferencias se les puede dar un tratamiento
justo y adecuado, permitiendo su aprovechamiento para conseguir una auténtica
igualdad de oportunidades.” Y son diferencias fácilmente salvables
con técnicas pedagógicas adecuadas. “Es
necesario despertar del letargo aquellas zonas del cerebro masculino o femenino
cuyo desarrollo madurativo esté más atrasado, hasta que alcancen el mismo nivel
que las del sexo opuesto. Para ello sólo hace falta comprender las
peculiaridades masculinas y femeninas del cerebro y darles el tratamiento
adecuado”.
La neuróloga Sandra Witelson
sostiene que el cerebro actúa utilizando los mecanismos de aprendizaje que le
resultan más sencillos. Si no se potencia su uso con técnicas pedagógicas
adecuadas, nunca alcanzará su verdadero potencial. En relación con los chicos
si potenciamos sus actividades lingüísticas estaremos potenciando que el
hemisferio izquierdo de su cerebro salga de su letargo y en relación con las
niñas si potenciamos con métodos docentes adecuados las matemáticas y las
ciencias estaremos ayudándolas a desarrollar su hemisferio derecho.
La reforma de los métodos
educativos puede compensar en cierta medida las diferencias comparativas entre
los sexos. Por ejemplo se ha demostrado que las niñas perciben mejor el
lenguaje verbal que el de los símbolos, de manera que la transformación de
símbolos matemáticos en palabras les ayuda a la mejor asimilación y comprensión
de la material. Afirma Michael Gurian que “si la
clase de matemáticas se imparte utilizando objetos el cerebro femenino lo
encuentra más fácil”.
Maria Calvo señala también
que “Los ritmos de maduración cognitiva de niños
y niñas en estas materias están desacompasados, no coinciden. Ignorar este
hecho en el ámbito docente está provocando incomprensiones, frustraciones,
conflictos y fracaso escolar. Llega un momento vital en el que estos ritmos madurativos
coinciden, pero en el interín, hasta que se igualan, estamos desaprovechando
unos periodos cognitivos esenciales, estamos perdiendo un tiempo precioso ya
que muchas vocaciones quedan frustradas y muchas potencialidades son
arrinconadas por el camino. “ (…) Del mismo modo, para favorecer que nuestros
muchachos accedan más a carreras ahora copadas por mujeres, como las relativas
a la literatura, enfermería o arte, sería conveniente dotarles, en infantil y
primaria de un apoyo específico en estas materias, que supla la lentitud de su
ritmo cognitivo en las primeras etapas escolares.
María Calvo Charro establece
objetivos claros de igualdad definiéndolos como: “Niños
y niñas, hombres y mujeres, son iguales en derechos y deberes, humanidad y
dignidad, sin que haya diferencias significativas en el coeficiente
intelectual, precisando que con la educación se trata de conseguir “una sociedad más justa en la que los muchachos se
involucren a fondo en las labores domésticas y responsabilidades familiares,
sin menoscabar por ello su masculinidad; y en la que las niñas sean capaces de
convertirse en las líderes profesionales, políticas y sociales del mañana, sin
renunciar por ello a su esencia femenina, especialmente a la maternidad,
favoreciendo así la labor humanizadora de la sociedad como solo ellas, con su
peculiar forma de sentir y vivir, pueden hacerlo”;
Maria Calvo habla también de la
incomprensión hacia los varones en la escuela y de las grandes aportaciones que
realiza en este campo la educación diferenciada así como su mayor extensión en
otros países.