En el artículo anterior, “la Grieta sexual del fracaso escolar” exponíamos cómo la Neutralidad Sexual, como subproducto de la Ideología de Género y más en concreto del Feminismo de Género, no es inocua en la enseñanza e incide principalmente en los varones con un menor rendimiento escolar y mayores tasas de abandono. En este artículo de María Calvo Charro de su libro “Alteridad Sexual, razones frente a la ideología de Género”, se profundiza todavía más en la realidad de que el Feminismo de Género por un lado, y el mayor número de docentes profesoras por otro, llevan a una depreciación de las aptitudes típicamente masculinas, y la realidad en que se encuentran sumidos los niños es que no saben qué es lo que se espera de ellos, se avergüenzan de su masculinidad y sufren complejo de inferioridad frente a unas niñas altamente valoradas que además, a igual edad, les adelantan académicamente y están más maduras en su desarrollo físico y mental.
En la coyuntura actual en la que hay un
amplio consenso acerca de la necesidad de un Gran Pacto por la Educación, la
consideración y el estudio de esta realidad es del todo obligatoria si queremos
mejorar la calidad de la enseñanza
FEMINISMO DE GÉNERO PARA MUCHACHOS
Como regla general, los niños son los grandes
incomprendidos del sistema
educativo actual. La principal razón radica en la existencia de una hiper-representación de los valores
femeninos en la sociedad y en la escuela que cuestiona la forma de ser y actuar de los muchachos y que pretende rescatarlos de su masculinidad y obligarles a actuar según pautas de comportamiento típicamente femeninas.
Las
exigencias, gustos, preferencias y habilidades femeninas son consideradas prioritarias e ideales en una sociedad y
en un entorno escolar que, influenciado por el feminismo de género, presume las manifestaciones de masculinidad nocivas
para el correcto desarrollo de los
alumnos. El estilo femenino
de actuación se ha impuesto en
las escuelas y se ha producido una depreciación de los varones, de los niños, de los jóvenes.
Muchas de las aptitudes típicamente masculinas resultan mal vistas.
Los niños no saben qué
es lo que se espera de ellos, se avergüenzan de su masculinidad y sufren complejo
de inferioridad frente a unas niñas altamente valoradas que además, a igual
edad, les adelantan académicamente y están más maduras en su desarrollo físico
y mental.
En las
escuelas, la docencia está
cada vez más feminizada. En España, se observa un alto porcentaje
de profesoras en Educación Infantil (90,6%), aunque
no llega a la media
de la OCDE (96,9%) ni a la de la UE (96,7%). Las diferencias en cuanto
a porcentaje de mujeres entre los docentes son similares en las etapas
de Educación Primaria
y primera etapa de Educación
Secundaria
Las profesoras
siguen pautas típicamente femeninas de actuación: prefieren la colaboración a la competitividad; la
tranquilidad a la tensión y confrontación en el aula; la relación amistosa con
los alumnos frente a la jerárquica; la quietud frente al movimiento. Este
estilo docente funciona con las niñas,
pero ocasiona graves perjuicios a los muchachos, que precisan de otro
estilo de aprendizaje. Los varones
necesitan autoridad, disciplina, emociones fuertes, que se les planteen
retos, tensión, confrontación, competición; factores que se han extirpado en general del sistema escolar, donde
los colegios se inclinan por ser centros de socialización y de expresión. Si no se las proporciona el profesor, por
medios didácticos adecuados, las buscarán ellos solos por vías incorrectas.
La sensación de absoluta falta de control, sumada a la ausencia de tensión, de
exigencia o de alicientes, hace nacer en
los muchachos la necesidad de buscar «acción». Lo que encuentran con
facilidad insultando o molestando a sus compañeros o al profesor.
En las escuelas
americanas también lo han notado. Un reportaje
publicado en Christian Science Monitor (20- 09-2007) advierte que, cuando
los chicos jóvenes llegan hoy al colegio, entran en un mundo dominado por
maestras y administradoras, dado que el porcentaje de profesores masculinos en
los colegios públicos de la nación es el más bajo de los últimos 40 años.
Algunos estudios científicos
establecen una relación directa entre el claro predominio actual de mujeres docentes
y el mayor fracaso escolar e indisciplina que se da entre los varones
(Calvo, M., 2009. Gurian, M., 2001. Sax, L., 2006).
En la escuela actual donde el profesorado es mayoritariamente femenino, los
estilos de aprendizaje, las formas de comportamiento, de afectividad y de socialización han
experimentado una evidente adaptación a
los gustos, habilidades y preferencias de las mujeres. La incomprensión
hacia las peculiaridades masculinas acaba reflejándose en el rendimiento
académico y el equilibrio personal en forma de frustración, desánimo, fracaso
escolar. La educación de los niños y jóvenes puede resultar especialmente
fatigosa para un profesorado femenino dado que, por lo general, son más movidos
e inquietos y provocan más confrontaciones que sus compañeras. Esta labor resultará más sencilla para
profesores varones que para mujeres, que normalmente interpretan esta
necesidad de movimiento y confrontación como mal comportamiento. El rol
masculino es vital en las escuelas. Actualmente la presión del grupo es la influencia más fuerte que
reciben los chicos y una razón por la cual muchos dejan la escuela. En la adolescencia los chicos quieren
afirmar su autoridad y retan tanto a sus padres como a sus profesores. La ausencia de modelos positivos masculinos
-en casa y particularmente en el ambiente escolar- transforma a sus iguales en
el modelo a seguir. La batalla de los
profesores es entonces contra el grupo de iguales y la cultura de la calle, que
supone no respetar a la autoridad, cualquiera que sea. Lo profesores
necesitan ser formados para hacer frente a esta nueva problemática que siempre
será mejor atendida por varones dado el «riesgo» que puede implicar (algunos
grupos o las denominadas «tribus urbanas» pueden llegar a ser muy agresivos y
violentos) (Calvo, 2011)
Influenciados por
la ideología de género y por la idea de que no existen diferencias naturales entre niños y niñas, ignoran que el ritmo de desarrollo cognitivo de
los niños es más lento y les exigen que escriban, lean y se expresen del
mismo modo y con el mismo nivel de madurez con que lo hacen sus compañeras de
pupitre. Lo que es imposible. Los niños acaban siendo tachados de vagos,
lentos o se les diagnostica problemas de aprendizaje en realidad inexistentes. Las chicas que están a su alrededor leen
más deprisa, controlan sus emociones mejor, y están más cómodas con el
énfasis de la educación actual en el trabajo en equipo y en la expresión de los
sentimientos. En cambio, los chicos apenas encuentran algo de la acción física
o la competición que a menudo les gusta.
El desarrollo cognitivo del varón es más lento en ciertos tramos de edad en relación, sobre todo, con las habilidades lingüísticas y destrezas
verbales. La parte del cerebro
destinada a tales habilidades, el hemisferio izquierdo, adquiere en las mujeres
la madurez mucho antes que en el varón. Tan pronto como a los seis meses de
edad las niñas ya muestran más actividad eléctrica en el hemisferio izquierdo
que en el derecho cuando escuchan sonidos lingüísticos. Y a los veinte meses
tienen en su vocabulario aproximadamente el triple de palabras que los niños.
En cuanto empiezan a hablar articulan mejor las palabras; crean frases más
largas y complejas; utilizan más calificativos; son más plásticas y hablan más
y con mayor fluidez. Y esto con total independencia de la cultura o raza
En el colegio
escriben antes y con mayor perfección, adquieren más vocabulario y leen con más
facilidad que los niños de su misma edad. Estos,
al final, las igualan en vocabulario pero no en velocidad. PISA 2009 Results: Learning Trends.
Changes in student performance since 2000. VOLUME V, pp. 46-47.
El cerebro femenino goza además de un mayor número de
conexiones entre el
hemisferio cerebral izquierdo y la parte del cerebro responsable de los
sentimientos y la emotividad. Por ello, al hablar o escribir, las niñas añaden
más detalles y calificativos, resultando sus descripciones mucho más plásticas
y expresivas que las de los niños de su misma edad.
El psiquiatra Jay
Giedd, uno de los mayores expertos
sobre el crecimiento del cerebro en los
niños (U.S. Natio nal Institute of Health; Washington), ha demostrado que la parte del cerebro
destinada a tales habilidades, el hemisferio izquierdo, adquiere en las mujeres
la madurez mucho antes que en el varón. En la misma línea, los neurocientíficos Reuwen y Anat Achiron,
gracias a las tecnologías actuales, simplemente realizando un escáner del cerebro,
mostraron cómo la parte del cerebro dedicada a las destrezas verbales de una niña
de seis años equivale en madurez a la de un varón de ocho (Calvo, 2009).
El comportamiento de los muchachos, más movidos e inquietos que el de sus homólogas
femeninas, resulta
altamente molesto para un profesorado mayoritariamente femenino que
suele considerar a los varones malos o hiperactivos. La mayoría de las profesoras les exigen un comportamiento
según las pautas femeninas, lo que les genera frustración, desánimo e
incomprensión. De este modo, muchos de ellos acaban castigados o en el
diván de alguna clínica esperando a ser medicados de una hiperactividad
ficticia. Se medica a niños sanos (normalmente con Ritalín, nombre
comercial de un medicamento, metilfedinato, que tiene un efecto calmante) para
que no expresen los rasgos propios de su sexo (inquietud, impulsividad,
rapidez, expresividad, emotividad...) y así se asimilen más a las niñas, que
son las supuestamente «normales», por el hecho de ser más tranquilas y
disciplinadas. El movimiento ayuda a los
muchachos a estimular su cerebro y a liberar y aliviar sus impulsos. Existen
estudios psicológico-pedagógicos que demuestran cómo los niños necesitarían hasta ocho descansos a lo largo de la jornada
escolar para poder estar tranquilos y concentrados en el aula. Mientras que
a las niñas les basta con uno. La razón de este «dinamismo» masculino se encuentra
en que los
muchachos aprenden conforme a los parámetros espaciales de su cerebro
afectado por la testosterona que favorece su crecimiento muscular y los impulsa
a moverse más y con mayor frecuencia que las niñas y los conduce a juegos muy
activos y bruscos que pueden compartir solo con otros chicos. «Si los profesores
(y padres) no tienen en cuenta que los chicos necesitan más espacio que las
chicas para aprender, inevitablemente estos quedan como unos groseros e incorregibles» (Gurian, 2006).
En las últimas
décadas se han
impuesto una serie de tendencias pedagógicas en las que cualquier manifestación
de masculinidad se interpreta corno una forma de violencia o agresividad
que debe ser corregida de inmediato. Se
quiere implantar en las escuelas «el ideal femenino»: niños sentados en filas
ordenadas, escuchando las lecciones en silencio y tomando pulcros apuntes. Muchas
chicas destacan en tales tareas pero a los chicos no les va bien porque tienen
otra forma de aprender, otros ritmos de maduración y otra forma de comportarse.
Mientras las chicas tienden a estar sentadas y atender, los varones necesitan
tener algo entre las manos, moverse en la silla o levantarse.
Se exige a los varones que sean igual
de puntuales, ordenados, constantes y tranquilos
que sus vecinas de pupitre; que se asimilen a las chicas, «más fáciles» para
los docentes, y esto es sencillamente imposible.
Ignoran que los varones precisan de una
peculiar forma de aprender, basada en la necesidad de autoridad, disciplina, valoración
del esfuerzo personal, competitividad, superación de retos y tensión.
http://www.singlesexschools.org/researchlearning.html
Los chicos van más rápidamente a lo esencial,
están más a gusto en la acción y en el
movimiento, aprenden mejor si pueden moverse, manipular, atenerse a lo concreto...
pero en las escuelas actuales se les pide que estén tranquilamente sentados
escuchando, conforme a un modo de aprendizaje más femenino
La fatigosa
educación de los niños favorece una progresiva
preferencia por las chicas y cuando
los niños no se someten a las reglas femeninas la tendencia de los profesores
es a criminalizar su conducta. Los chicos se quejan de que son castigados
con mayor frecuencia que las chicas sencillamente por comportarse como chicos.
En este ambiente los
niños se encuentran incomprendidos, minusvalorados e incapacitados para experimentar el amplísimo desarrollo personal y académico
del que son capaces y merecedores. La difusión de nuevos resultados en la
investigación debería constituir una llamada de atención, especialmente para las
profesoras y madres, para tratar de ser más justas con las aptitudes de los
chicos, sus peculiares características y sus tareas vitales específicas, especialmente
a través de modelos más adecuados de enseñanza
http://www.adelaidenow.com.au/news/education/school-finds-single-sex-learning-the-key-to-improving-males-performance/story-fn3o6nna-1226462767853
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