lunes, 8 de agosto de 2016

FEMINISMO DE GÉNERO PARA MUCHACHOS



En el artículo anterior, “la Grieta sexual del fracaso escolar” exponíamos cómo la Neutralidad Sexual, como subproducto de la Ideología de Género y más en concreto del Feminismo de Género, no es inocua en la enseñanza e incide principalmente en los varones con un menor rendimiento escolar y mayores tasas de abandono. En este artículo de María Calvo Charro de su libro “Alteridad Sexual, razones frente a la ideología de Género”, se profundiza todavía más en la realidad de que el Feminismo de Género por un lado, y el mayor número de docentes profesoras por otro, llevan a una depreciación de las aptitudes típicamente masculinas, y la realidad en que se encuentran sumidos los niños es que no saben qué es lo que se espera de ellos, se avergüenzan de su masculinidad y sufren complejo de inferioridad frente a unas niñas altamente valoradas que además, a igual edad, les adelantan académicamente y están más maduras en su desarrollo físico y mental.

En la coyuntura actual en la que hay un amplio consenso acerca de la necesidad de un Gran Pacto por la Educación, la consideración y el estudio de esta realidad es del todo obligatoria si queremos mejorar la calidad de la enseñanza

FEMINISMO DE GÉNERO PARA MUCHACHOS

 

Como regla general, los niños son los grandes incomprendidos del sistema educativo actual. La principal razón radica en la existencia de una hiper-representación de los valores femeninos en la sociedad y en la escuela que cuestiona la forma de ser y actuar de los muchachos y que pretende rescatarlos de su masculinidad y obligarles a actuar según pautas de comportamiento típicamente femeninas.

Las exigencias, gustos, preferencias y habilidades femeninas son consideradas prioritarias e ideales en una sociedad y en un entorno escolar que, influenciado por el feminismo de género, presume las manifestaciones de masculinidad nocivas para el correcto desarrollo de los alumnos. El estilo femenino de actuación se ha impuesto en las escuelas y se ha producido una depreciación de los varones, de los niños, de los jóvenes.

Muchas de las aptitudes típicamente masculinas resultan mal vistas. Los niños no saben qué es lo que se espera de ellos, se avergüenzan de su masculinidad y sufren complejo de inferioridad frente a unas niñas altamente valoradas que además, a igual edad, les adelantan académicamente y están más maduras en su desarrollo físico y mental.

En las escuelas, la docencia está cada vez más feminizada. En España, se observa un alto porcentaje de profesoras en Educación Infantil (90,6%), aunque no llega a la media de la OCDE (96,9%) ni a la de la UE (96,7%). Las diferencias en cuanto a porcentaje de mujeres entre los docentes son similares en las etapas de Educación Primaria y primera etapa de Educación Secundaria



 

Las profesoras siguen pautas típicamente femeninas de actuación: prefieren la colaboración a la competitividad; la tranquilidad a la tensión y confrontación en el aula; la relación amistosa con los alumnos frente a la jerárquica; la quietud frente al movimiento. Este estilo docente funciona con las niñas, pero ocasiona graves perjuicios a los muchachos, que precisan de otro estilo de aprendizaje. Los varones necesitan autoridad, disciplina, emociones fuertes, que se les planteen retos, tensión, confrontación, competición; factores que se han extirpado en general del sistema escolar, donde los colegios se inclinan por ser centros de socialización y de expresión. Si no se las proporciona el profesor, por medios didácticos adecuados, las buscarán ellos solos por vías incorrectas. La sensación de absoluta falta de control, sumada a la ausencia de tensión, de exigencia o de alicientes, hace nacer en los muchachos la necesidad de buscar «acción». Lo que encuentran con facilidad insultando o molestando a sus compañeros o al profesor.

En las escuelas americanas también lo han notado. Un reportaje publicado en Christian Science Monitor (20- 09-2007) advierte que, cuando los chicos jóvenes llegan hoy al colegio, entran en un mundo dominado por maestras y administradoras, dado que el porcentaje de profesores masculinos en los colegios públicos de la nación es el más bajo de los últimos 40 años.

Algunos estudios científicos establecen una relación directa entre el claro predominio actual de mujeres docentes y el mayor fracaso escolar e indisciplina que se da entre los varones (Calvo, M., 2009. Gurian, M., 2001. Sax, L., 2006).

En la escuela actual donde el profesorado es mayoritariamente femenino, los estilos de aprendizaje, las formas de comportamiento, de afectividad y de socialización han experimentado una evidente adaptación a los gustos, habilidades y preferencias de las mujeres. La incomprensión hacia las peculiaridades masculinas acaba reflejándose en el rendimiento académico y el equilibrio personal en forma de frustración, desánimo, fracaso escolar. La educación de los niños y jóvenes puede resultar especialmente fatigosa para un profesorado femenino dado que, por lo general, son más movidos e inquietos y provocan más confrontaciones que sus compañeras. Esta labor resultará más sencilla para profesores varones que para mujeres, que normalmente interpretan esta necesidad de movimiento y confrontación como mal comportamiento. El rol masculino es vital en las escuelas. Actualmente la presión del grupo es la influencia más fuerte que reciben los chicos y una razón por la cual muchos dejan la escuela. En la adolescencia los chicos quieren afirmar su autoridad y retan tanto a sus padres como a sus profesores. La ausencia de modelos positivos masculinos -en casa y particularmente en el ambiente escolar- transforma a sus iguales en el modelo a seguir. La batalla de los profesores es entonces contra el grupo de iguales y la cultura de la calle, que supone no respetar a la autoridad, cualquiera que sea. Lo profesores necesitan ser formados para hacer frente a esta nueva problemática que siempre será mejor atendida por varones dado el «riesgo» que puede implicar (algunos grupos o las denominadas «tribus urbanas» pueden llegar a ser muy agresivos y violentos) (Calvo, 2011)

Influenciados por la ideología de género y por la idea de que no existen diferencias naturales entre niños y niñas, ignoran que el ritmo de desarrollo cognitivo de los niños es más lento y les exigen que escriban, lean y se expresen del mismo modo y con el mismo nivel de madurez con que lo hacen sus compañeras de pupitre. Lo que es imposible. Los niños acaban siendo tachados de vagos, lentos o se les diagnostica problemas de aprendizaje en realidad inexistentes. Las chicas que están a su alrededor leen más deprisa, controlan sus emociones mejor, y están más cómodas con el énfasis de la educación actual en el trabajo en equipo y en la expresión de los sentimientos. En cambio, los chicos apenas encuentran algo de la acción física o la competición que a menudo les gusta.

El desarrollo cognitivo del varón es más lento en ciertos tramos de edad en relación, sobre todo, con las habilidades lingüísticas y destrezas verbales. La parte del cerebro destinada a tales habilidades, el hemisferio izquierdo, adquiere en las mujeres la madurez mucho antes que en el varón. Tan pronto como a los seis meses de edad las niñas ya muestran más actividad eléctrica en el hemisferio izquierdo que en el derecho cuando escuchan sonidos lingüísticos. Y a los veinte meses tienen en su vocabulario aproximadamente el triple de palabras que los niños. En cuanto empiezan a hablar articulan mejor las palabras; crean frases más largas y complejas; utilizan más calificativos; son más plásticas y hablan más y con mayor fluidez. Y esto con total independencia de la cultura o raza



 

En el colegio escriben antes y con mayor perfección, adquieren más vocabulario y leen con más facilidad que los niños de su misma edad. Estos, al final, las igualan en vocabulario pero no en velocidad. PISA 2009 Results: Learning Trends. Changes in student performance since 2000. VOLUME V, pp. 46-47.

El cerebro femenino goza además de un mayor número de conexiones entre el hemisferio cerebral izquierdo y la parte del cerebro responsable de los sentimientos y la emotividad. Por ello, al hablar o escribir, las niñas añaden más detalles y calificativos, resultando sus descripciones mucho más plásticas y expresivas que las de los niños de su misma edad.

 


 

 

El psiquiatra Jay Giedd, uno de los  mayores expertos sobre el crecimiento del cerebro en los niños (U.S. Natio­ nal Institute of Health; Washington), ha demostrado que la parte del cerebro destinada a tales habilidades, el hemisferio izquierdo, adquiere en las mujeres la madurez mucho antes que en el varón. En la misma línea, los neurocientíficos Reuwen y Anat Achiron, gracias a las tecnologías actuales, simplemente realizando un escáner del cerebro, mostraron cómo la parte del cerebro dedicada a las destrezas verbales de una niña de seis años equivale en madurez a la de un varón de ocho (Calvo, 2009).

El comportamiento de los muchachos, más movidos e inquietos que el de sus homólogas femeninas, resulta altamente molesto para un profesorado mayoritariamente femenino que suele considerar a los varones malos o hiperactivos. La mayoría de las profesoras les exigen un comportamiento según las pautas femeninas, lo que les genera frustración, desánimo e incomprensión. De este modo, muchos de ellos acaban castigados o en el diván de alguna clínica esperando a ser medicados de una hiperactividad ficticia. Se medica a niños sanos (normalmente con Ritalín, nombre comercial de un medicamento, metilfedinato, que tiene un efecto calmante) para que no expresen los rasgos propios de su sexo (inquietud, impulsividad, rapidez, expresividad, emotividad...) y así se asimilen más a las niñas, que son las supuestamente «normales», por el hecho de ser más tranquilas y disciplinadas. El movimiento ayuda a los muchachos a estimular su cerebro y a liberar y aliviar sus impulsos. Existen estudios psicológico-pedagógicos que demuestran cómo los niños necesitarían hasta ocho descansos a lo largo de la jornada escolar para poder estar tranquilos y concentrados en el aula. Mientras que a las niñas les basta con uno. La razón de este «dinamismo» masculino se encuentra en que los muchachos aprenden conforme a los parámetros espaciales de su cerebro afectado por la testosterona que favorece su crecimiento muscular y los impulsa a moverse más y con mayor frecuencia que las niñas y los conduce a juegos muy activos y bruscos que pueden compartir solo con otros chicos. «Si los profesores (y padres) no tienen en cuenta que los chicos necesitan más espacio que las chicas para aprender, inevitablemente estos quedan como unos groseros e incorregibles» (Gurian, 2006).

En las últimas décadas se han impuesto una serie de tendencias pedagógicas en las que cualquier manifestación de masculinidad se interpreta corno una forma de violencia o agresividad que debe ser corregida de inmediato. Se quiere implantar en las escuelas «el ideal femenino»: niños sentados en filas ordenadas, escuchando las lecciones en silencio y tomando pulcros apuntes. Muchas chicas destacan en tales tareas pero a los chicos no les va bien porque tienen otra forma de aprender, otros ritmos de maduración y otra forma de comportarse. Mientras las chicas tienden a estar sentadas y atender, los varones necesitan tener algo entre las manos, moverse en la silla o levantarse.

Se exige a los varones que sean igual de puntuales, ordenados, constantes y tranquilos que sus vecinas de pupitre; que se asimilen a las chicas, «más fáciles» para los docentes, y esto es sencillamente imposible. Ignoran que los varones precisan de una peculiar forma de aprender, basada en la necesidad de autoridad, disciplina, valoración del esfuerzo personal, competitividad, superación de retos y tensión.

http://www.singlesexschools.org/research­learning.html

Los chicos van más rápidamente a lo esencial, están más a gusto en la acción y en el movimiento, aprenden mejor si pueden moverse, manipular, atenerse a lo concreto... pero en las escuelas actuales se les pide que estén tranquilamente sentados escuchando, conforme a un modo de aprendizaje más femenino

La fatigosa educación de los niños favorece una progresiva preferencia por las chicas y cuando los niños no se someten a las reglas femeninas la tendencia de los profesores es a criminalizar su conducta. Los chicos se quejan de que son castigados con mayor frecuencia que las chicas sencillamente por comportarse como chicos.

En este ambiente los niños se encuentran incomprendidos, minusvalorados e incapacitados para experimentar el amplísimo desarrollo personal y académico del que son capaces y merecedores. La difusión de nuevos resultados en la investigación debería constituir una llamada de atención, especialmente para las profesoras y madres, para tratar de ser más justas con las aptitudes de los chicos, sus peculiares características y sus tareas vitales específicas, especialmente a través de modelos más adecuados de enseñanza   http://www.adelaidenow.com.au/news/education/school-finds-single-sex-learning-the-key-to-improving-males-performance/story-fn3o6nna-1226462767853


El feminismo de género ha traído de la mano la imposición del ideal femenino en las aulas, depositando en los chicos expectativas que nunca se verán cumplidas pues aspiran a lo imposible: la identidad de los sexos; no podemos pretender que los varones sean como niñas porque no son niñas. Los niños viven así su etapa escolar absolutamente desajustados. Muchos llegan a odiar el colegio. La exigencia de metas inalcanzables es, según los psiquiatras, una de las causas que generan mayor frustración. Y la frustración genera estrés, una enfermedad psicosomática de naturaleza emocional que está comenzando a afectar a muchos niños en edad escolar, dañando su salud y reduciendo su bienestar.

 

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